Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Hoy escribo con sentimiento, amor y dolor escuchando a hermanos que, junto al monumento a Hermanos al Rescate, en esa esquina de Columbus Dr. y Dale Mabry muestran su amor por Cuba.
Hubo quien dijo que nuestra generación no tenía relevo. Se equivocó. El cubano vuelve por los caminos que tantas veces se mostraran aquí en Tampa. A veces se nos hace difícil -la edad es implacable-, decir presente. Esos que hoy toman el puesto lo comprenden. Gracias.
Gracias a esos que se lanzan a demostrar que el amor a la patria se mantiene vivo. Gracias a nombre de una generación vieja que ve con orgullo que ese sentimiento es real. Gracias a todos esos que hoy nos dicen que el cubano no olvida el sufrimiento de sus hermanos. Gracias al que dice al mundo: “no tenemos miedo”.
Cuba duele. Nos acompaña con lágrimas y sonrisas. Cuba se hace real. Somos testigos de lo que sucede. Ya no cuenta lo que quisiéramos; lo que debiéramos hacer. Solo cuenta que el cubano real se lanza a cantar sus verdades. Verdades/denuncias ante la represión del régimen.
La multiplicidad de los medios de comunicación nos muestra -en vivo-, la represión de los criminales empeñados en suprimir al pueblo. Los golpes los sentimos aquí en Tampa como lo sienten aquellos hermanos, cansados, que se lanzan a la calle y chocan con los esbirros que cargan armas.
Nuestra esquina “Hermanos al Rescate” vuelve a llamarnos. Como si el sencillo recuerdo de aquellos “Hermanos” nos sirviera como orden mayor para cumplir.
Sí, mi Cuba vive momentos duros. Momentos en que parece que nos dicen que no hay miedo; “Nos comimos el miedo” y con el pecho descubierto vemos al cubano en la calle y al policía que se rompe la camisa al enfrentar al pueblo.
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Lilianut Ross, de 35 años, en una protesta en solidaridad con las crecientes voces en Cuba frente a la oficina de Kathy Castor el lunes 12 de julio de 2021 en Tampa.
Y aquí mi esquina vuelve a darme razón de vivir como un buen cubano. El recuerdo que se hace realidad nos obliga volver por estos caminos que hoy como que parecen llegar al final.
¿Qué cómo será? No lo sabemos y no podemos atrevernos a especular sobre algo tan profundo. Lo único que nos preocupa en este vendaval es el ¿Qué hacemos? ¿Qué podemos hacer aquí en Tampa?
Lo único no aceptable es el ser simplemente testigos de la realidad. Tenemos responsabilidad con nuestro pueblo y debemos tener la capacidad de enfocar ese sentimiento profundo en realidad.
Cómo, cuándo, no lo sé. Solo sé que esa esquina “Hermanos al Rescate” nos impone responsabilidad. Responsabilidad de hacer.
No quiero con esto señalar, o simplemente decir “hacer”. No, esa responsabilidad que cargamos tiene que reflejarse en nuestra vida que siente el dolor del pueblo cubano.
No tenemos que llevar el dolor y la denuncia en la manga de la camisa. No tenemos que vivir con el llanto eterno del suelo que, tal vez, no tengamos el privilegio de volver a ver.
Yo lo que si digo es que Cuba sufre y su presencia es perenne. No pasa un día sin esa presencia. Noticias, conversaciones con la familia. Recuerdos de una juventud lejana y presente.
Podrá haber quien diga “llueve sobre lo mojao”. Hay, es que la angustia es diaria. Y nos recuerda aquellos versos que terminan con esa verdad que hoy golpea. El trajín nos lleva, como a la mariposa en su rosal, a ver esos zapaticos de rosa guardados en un cristal.
Hoy somos testigos de la crueldad del régimen. Gracias a esos medios de comunicación hoy podemos ver -y a veces hasta sentir-, los golpes y empujones de los malditos que saben que solo con esa fuerza y dolor pueden mantenerse en el poder.
Sí, yo quisiera ser también testigo de una comunidad capaz de hacer escuchar la voz de ese dolor. Sí, yo quiero también ser parte de esa voz que en alto nos dice que la obligación con la patria no termina.
Hoy pretendo reflejar el presente, sentir el suave empuje de aquellas lecciones del presente pasado. Lecciones que obligan a ver la realidad y ser parte de ella.
Esa lección inspira y da ánimo. No podemos vivir con esa pasión y esperanza. Pero si podemos vivir con la seguridad de que la verdad siempre marca camino que apunta a un final de regocijo. La libertad es el sueño de mi pueblo.
Sí, hoy aquí en mi Tampa querida puedo llegar a mi esquina con el recuerdo de mis “Hermanos”. Hoy puedo tener también la obligación de mantener en alto los ideales de ese sueño.
Hoy prefiero hablar de esperanza en lugar de volver al dolor. El futuro es real y es real el sueño de libertad. El futuro que hoy es nuestro y tenemos la alegría de vivir con esa esperanza. Hoy me uno a mi pueblo que grita “No tenemos miedo”.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico. Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@aol.com