CENTRO Tampa
SAFETY HARBOR — Rosa Rodríguez recuerda las dificultades que experimentó un grupo de personas sordas en el verano de 1998 cuando visitaron la Biblioteca Pública de Safety Harbor.
Ninguno de los miembros del personal de la biblioteca conocía el lenguaje de señas estadounidense y pocas personas del grupo entendían o se comunicaban en inglés. El malentendido se convirtió en tensión y finalmente hasta intervinieron las fuerzas del orden.
“Eran otras épocas”, dijo Rodríguez, de 51 años. “Ahora es totalmente diferente”.
Rodríguez, que no tiene problemas de audición, ahora trabaja para la Cooperativa de Bibliotecas Públicas de Pinellas, como coordinadora general de su Centro de Alfabetización para Sordos.
El centro es el único de su tipo en Florida que ofrece una variedad de servicios para personas con discapacidad auditiva, entre ellos, clases de computación, talleres educativos, discusiones de libros, tutoría para niños y adultos, cursos de alfabetización para padres, asesoramiento fiscal y ayudar a obtener la ciudadanía.
Inspirándose en las experiencias de su natal Puerto Rico y su trabajo con la comunidad sorda durante más de dos décadas, Rodríguez lidera un esfuerzo que ha brindado ayuda a más de 2,500 familias con personas sordas y a otras 5,000 familias con miembros que padecen algún tipo de discapacidad auditiva.
Una forma en que Rodríguez ayuda a brindar servicios es a través de asociaciones con grupos como el Servicio de empleo para personas sordas y con problemas de audición en el MacDonald Training Center, una organización sin fines de lucro en Tampa.
“Rosa tiene una mentalidad progresista”, dijo Patti Sánchez, de 57 años, quien trabaja como gerente senior del servicio de empleo y que perdió la audición cuando tenía 7 años. Sánchez sabe inglés, español y lenguaje de señas estadounidense, comúnmente utilizado por los hispanohablantes.
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Rosa Rodríguez y Sabila Beganovic se comunican a través del lenguaje de señas el miércoles con un grupo de personas sordas durante un video chat de Zoom en la biblioteca de Safety Harbor. Rodríguez dirige el Centro de Alfabetización para Sordos del s...
“Ella definitivamente muestra un compromiso sincero con la educación, los estudiantes, la familia y la comunidad”, dijo Sánchez.
Rodríguez creció en Santa Isabel, en la región sur de Puerto Rico, con su madre Zulma Quiñones y cuatro hermanos. Su abuela, Loida Senati, le inculcó la pasión por ayudar a los demás con un espíritu de inclusión.
“Mi abuela siempre tenía las puertas de su casa abiertas para dar consejos a los vecinos y una buena taza de café”, dijo Rodríguez. “Fue muy generosa y ayudó a toda la comunidad tanto como pudo”.
Rodríguez aprendió el lenguaje de señas en una iglesia en la ciudad de Cayey mientras estudiaba educación en la Universidad de Puerto Rico. La iglesia fue dirigida por David Mitchell, un pastor y misionero que perdió la audición mientras era director musical en una congregación religiosa en Tennessee.
Mitchell se convirtió en amigo y consejero de Rodríguez. La invitó a su iglesia, donde los 30 feligreses eran sordos.
Las reuniones dominicales se convirtieron en talleres para sobrevivir y prosperar.
“En esta iglesia, comenzaron a enseñarme el lenguaje de señas, poco a poco, paso a paso”, dijo Rodríguez. “Y creo que todo eso fue el comienzo de algo que nunca ha terminado”.
Después de graduarse, y con la ayuda de Mitchell, Rodríguez recibió una beca para estudiar en la Universidad de Tennessee. Recibió una maestría en consejería de rehabilitación para sordos y luego se mudó a Tampa para trabajar en un programa de asistencia y salud mental para sordos.
Mientras trabajaba con ese programa y en los meses posteriores a ese encuentro de 1998 en la biblioteca de Safety Harbor contrataron a Rodríguez medio tiempo para ofrecer servicios a hasta 150 personas con discapacidades auditivas que vivían en el área.
Dos años más tarde, fue nombrada para dirigir el Centro de Alfabetización para Sordos de la biblioteca de Pinellas.
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Libros para personas con discapacidad auditiva es uno de los recursos que ofrece el Centro de Alfabetización para Sordos. También lo son las clases de computación, los talleres educativos, las discusiones de libros, las tutorías para niños y adultos,...
Yonn Perlaza, un inmigrante colombiano de 31 años, dijo que el centro le ha abierto oportunidades que le cambiarán la vida. Hace cinco años, Perlaza vivía con sus padres en Tampa aislado del mundo. Su padre se enteró del centro una mujer que asiste a su iglesia y quien tiene un hijo que también es sordo.
En ese momento Perlaza no conocía el lenguaje de señas estadounidense.
“En el DLC, aprendí todo y me ayudaron a construir la persona que soy ahora”, dijo.
Consiguió un trabajo hace dos años produciendo componentes SunPass en el MacDonald Training Center. Ahora tiene un trabajo de tiempo completo en el almacén de Amazon en Seffner.
“El hecho de que seas sordo no significa que no puedas hacer cosas”, dijo el colombiano. “Lo único que no puedes hacer es escuchar”.
Sabila Beganovic tenía 14 años cuando comenzó a asistir a programas en el Centro de Alfabetización para Sordos, con el apoyo de Rodríguez. Ahora tiene 25 años y trabaja con Rodríguez como asistente en el centro e instructora en lenguaje de señas estadounidense.
Rodríguez la ayudó a trabajar más allá de su discapacidad auditiva, dijo Beganovic, quien nació sorda.
“Ella tiene un corazón para la comunidad de sordos, una persona que cambia el mundo y que ha ayudado a dar forma a muchas vidas, incluida la mía”, dijo Beganovic.
Su trabajo con el Centro de Alfabetización para Sordos es una extensión de una misión de toda la vida para brindar a las personas sordas todas las oportunidades que otros disfrutan, dijo Rodríguez.
“Son una parte integral de nuestra comunidad”.