PLANT CITY — Entre la comunidad hispana de Plant City era conocido como Don Raúl, un hombre de barba blanca que saludaba a todos mientras caminaba o andaba en bicicleta.
El 26 de enero, fue atropellado por un automóvil cuando intentaba cruzar Alexander Street en Plant City. Fue declarado muerto en la escena, donde no había cruces peatonales. No se presentaron cargos contra el conductor del vehículo. Esa noche, los investigadores policiales encontraron una identificación en uno de los bolsillos del hombre con el nombre de Raúl Martínez Florencio, de 67 años.
“Nadie sabía su verdadero nombre hasta entonces,” dijo Yuri Piña, residente de Plant City.
Piña creó una página de GoFundMe a principios de este mes para repatriar el cuerpo de Don Raúl a su México natal. En menos de 10 días, la comunidad recaudó casi $3,000.
Piña conoció a don Raúl hace unos años en Plant City. Siempre lo veía en una gasolinera, no lejos de su casa. Ella y otros vecinos latinos ayudaron en lo que pudieron a Don Raúl con ropa, comida y un lugar temporal para vivir.
“Siempre fue muy educado y amable,” dijo Piña.
Piña comenzó su propia búsqueda para encontrar a la familia y amigos de Don Raúl en México y Estados Unidos después de su muerte. Recordó que él le había dicho que tenía familia en San Pedro, un pequeño pueblo ubicado en la región sur del estado de Guanajuato. Pero a veces su memoria fallaba. El pueblo era San Pablo.
“Parecía estar esperando días mejores,” dijo Piña. “Desafortunadamente, eso nunca sucedió.”
Piña compartió información sobre Don Raúl en las redes sociales y envió mensajes de texto y llamó a decenas de personas en Guanajuato de apellido Martínez. Incluso se comunicó con el consulado de México en Orlando.
Dos mexicanos en Georgia reconocieron el nombre y la foto de don Raúl. Se comunicaron con Piña y la esposa de don Raúl en el pueblo mexicano de Comonfort, donde vive ahora.
“Su familia anhelaba saludarlo nuevamente,” dijo Piña, “pero no despedirse.”
Juan Sabines, el cónsul general de México, dijo que el consulado siempre trata de ayudar en casos como este, pero cuando la familia no se comunica con ellos, las cosas se complican más.
“Ahora que sabemos quién es esta persona, estamos trabajando juntos para repatriar el cuerpo tan pronto como podamos,” dijo él.
Con una visa especial y un certificado de defunción, su oficina puede repatriar un cuerpo en dos semanas. También pueden contribuir $1,000 si la familia no tiene suficiente dinero y ayudar con otros arreglos para la preparación y disposición de los restos.
Es menos costoso repatriar las cenizas, dijo Sabines, pero muchas personas prefieren enviar los cuerpos de sus seres queridos, lo que puede costar hasta $4,500. El año pasado, el Consulado de México en Orlando tramitó la devolución de 230 mexicanos fallecidos.
“Es parte de nuestros deberes y compromiso humanitario,” dijo Sabines.
Martínez llegó a Estados Unidos hace 36 años y nunca más volvió a su país. Nadie sabe por qué. Vivió en diferentes estados y ciudades, como Nashville, Tennessee; Georgetown, Kentucky; y Sebring y Plant City. A veces se quedaba un par de meses, a veces durante años.
En México, Don Raúl estuvo casado con Claudia Álvarez, de 69 años. Tienen tres hijos adultos: Jesús, de 46, Ana Rosa, de 45 y Blanca, de 36.
Durante una entrevista telefónica con el Times, Álvarez dijo que su esposo creció en una familia modesta. Ambos se conocieron muy jóvenes en la Ciudad de México y se casaron el 30 de diciembre de 1974.
“Como se pueden imaginar, el día de nuestra boda fue muy especial, el más importante de nuestras vidas,” dijo Álvarez.
La pareja vivió en la capital menos de un año y se mudó a Guanajuato, donde ella trabajaba en el campo mientras él trabajaba en una fábrica local. Pero a pesar de sus esfuerzos, la pareja nunca pudo superar la pobreza.
“El dinero no alcanzaba, entonces decidió irse a Estados Unidos a trabajar y ganar más,” dijo Álvarez. “Me quedé en México porque era demasiado peligroso cruzar la frontera y no quería arriesgar a mis hijos.”
Álvarez dijo que su esposo nunca olvidaba sus responsabilidades: siempre la llamaba una o dos veces al mes, le escribía cartas y le enviaba dinero. En 1988 dejó de contactar a su familia.
“Hizo lo mejor que pudo,” dijo Álvarez.
Es por eso que ella siempre esperaba saber de él.
“Lo único que quiero ahora es un entierro digno para mi esposo,” dijo Álvarez. “Se merece descansar en paz.”