WIMAUMA — Fotos de una boda, un bautizo y un viaje de vacaciones revelan la cercanía de una familia mexicana en una casa construida por su patriarca.
Jasmín Cervantes-García da dos o tres pasos en la sala con un andador. Su hermano mayor, Cruz, está a su lado. Es aquí donde Jasmín, de 13 años, y Cruz siguen una rigurosa rutina semanal para que ella pueda asistir a sesiones de terapia a 40 millas de distancia en St. Petersburg.
Jasmín fue la única sobreviviente de un choque frontal con un autobús fletado el verano pasado en el estado mexicano de Guanajuato. Regresaba a Tampa con sus padres y abuelos después de unas vacaciones de una semana cuando el conductor de un autobús fletado chocó contra su camioneta. Todos los años, la familia viajaba a México para visitar a familiares y amigos cercanos. Era una tradición.
En el accidente murieron su padre, J. Cruz, de 50 años; su madre, María Angélica Cervantes, de 45 años; y sus abuelos, Enrique, de 74 años, y Alicia Cervantes, de 72. Más de 21 pasajeros del autobús resultaron heridos, según la policía mexicana.
Jasmín fue hospitalizada con lesiones cerebrales graves. Más tarde fue trasladada en avión a St. Petersburg para recuperarse.
Cruz, de 29 años, es el mayor de cuatro hermanos. Asumió los roles de padre y madre de Jasmín después del accidente. Nadie en la familia se sorprendió. Nadie en la familia lo obligó.
“Nada es más importante que Jasmín,” dijo él.
Cruz renunció a su trabajo como operador de grúa. Todos los días, él y su hermana se levantan justo antes del amanecer. Él ayuda a Jasmín a cambiarse de ropa. Él arregla su cabello. Él la hace sentir más bonita.
Los fines de semana, Cruz cocina un desayuno especial para su hermana.
La tía de Jasmín, Cindy García, dijo que la familia nunca había enfrentado algo así. Enfermera y madre de cuatro hijos, García trajo a su sobrina a casa desde México después de que Jasmín estuvo hospitalizada en estado crítico durante casi tres semanas.
La familia organizó un GoFundMe y recaudó suficiente dinero para pagar una compañía de ambulancias aéreas de Tampa para llevar a Jasmín a casa.
“Era la única manera de salvar su vida,” dijo García.
“Ella es una luchadora”
Jasmín estaba lista para comenzar las clases de octavo grado en Sumner School, una nueva escuela en Riverview que abrió hace dos años y medio, cuando ocurrió la tragedia. Sus compañeros de clase extrañan a Jasmín y hablan de ella a menudo con su maestra, dijo la subdirectora Natalie McClain. Ella describió a Jasmín como una joven valiente que practicaba deportes, especialmente voleibol.
“Le encantaba pasar el rato con sus amigos y siempre tenía una gran sonrisa que brillaba en el pasillo,” dijo McClain. “Cada vez que una amiga necesitaba ayuda, ella era la primera en llegar.”
La entrenadora de voleibol de Jasmín, Karen "Coach K" Martin, conoció a Jasmín en el otoño del 2021. Tenía 12 años, era hermosa y talentosa. Martin recuerda el amor de Jasmín por el voleibol desde el primer día que comenzó a entrenarla. Jasmín era tímida, pero con el tiempo su personalidad “brilló,” dijo Martin.
Jasmín era una de sus atacantes externas, ansiosa por jugar y desarrollar sus habilidades. Si Martin necesitaba a alguien para ocupar otros puestos en la cancha, Jasmín era una de las primeras en ofrecerse como voluntaria. Estaba llena de energía, bromeaba y reía con sus compañeros de equipo.
Martin estaba desconsolada cuando se enteró del accidente automovilístico de Jasmín.
"¿Cómo podría la vida ser tan injusta?" pensó ella.
Jasmín todavía tiene un largo camino por recorrer, “pero su resiliencia y perseverancia pueden llevarla a donde necesita estar,” dijo Martin.
“Gracias a Dios que es una luchadora.”
“Deseo de vivir”
Jasmín pasó casi cuatro meses después del accidente del 23 de junio recuperándose en el Johns Hopkins All Children's Hospital en St. Petersburg.
Su tía, García, vio el espíritu de lucha de su sobrina. Le conmueve el cariño que siente por sus hermanos y su amor por Shila, una chihuahua que los padres de Jasmín le habían regalado.
“Nada le ha quitado las ganas de vivir,” dijo García.
La familia de Jasmín está ansiosa por verla con la misma energía que ella tenía para que pueda volver a jugar voleibol o correr por el patio trasero con sus primos o bailar “corridos” con sus botas vaqueras favoritas.
Eso llevará tiempo. En septiembre pasado, la trasladaron a un centro de rehabilitación en Jacksonville, donde permaneció durante casi tres semanas para recuperar su fuerza y aprender a caminar nuevamente. Dos meses después, comenzó a asistir a sesiones de terapia de una hora en Johns Hopkins de lunes a viernes.
Siete meses después del accidente, la terapia física y del habla se han convertido en un trabajo de tiempo completo para Jasmín.
El objetivo es devolverla a una vida normal. E, incluso después de sufrir un daño cerebral severo y estar conectada a un ventilador durante varias semanas, Jasmín ha comenzado a recuperar sus habilidades, como caminar lentamente durante períodos cortos de tiempo y comer alimentos sólidos. Puede pronunciar algunas palabras y reconocer objetos como una cuchara, una taza, un cuchillo.
A pesar de sus limitaciones, la personalidad extrovertida de Jasmín se manifiesta cuando sonríe constantemente, tratando de demostrar que está haciendo lo mejor que puede.
Jennifer Criscola, médica pediátrica de cuidados intensivos en Johns Hopkins All Children's Hospital, dijo que Jasmín ha superado muchos desafíos.
Cuando Jasmín llegó al hospital, sufría lesiones cerebrales traumáticas. No podía hablar ni seguir órdenes, dijo la médico. Su mandíbula estaba rota y, al principio, dependía de un tubo de respiración.
“Con el tiempo y una terapia extensa, mejoró drásticamente,” dijo Criscola. “De hecho, creo que su mejora fue una de las más profundas que jamás hayamos visto, y estamos muy orgullosos de lo lejos que ha llegado.”
Reaprender a hablar
Es sábado, faltan poco para las 9 de la mañana y todo está listo para empezar el día en casa. En el comedor, Cruz ha preparado una mesa de desayuno para su hermana pequeña, Jasmín, con tostadas, fruta, leche, jugo de naranja y huevos duros cortados por la mitad.
Sentada en una silla de ruedas, Jasmín, de 13 años, le sonríe a su hermano. Ella quiere comer pan.
“No hay prisa,” dijo Cruz.
La patóloga del habla y lenguaje de Jasmín, Paige Cothran-Hampton, trabaja con Jasmín para mejorar su comprensión y habla. Ella sabe que no es fácil. A veces puede ser difícil pensar en las palabras correctas al construir una oración. Una lesión cerebral puede variar ampliamente según la gravedad y el área afectada. Sufrió lesiones en el lóbulo frontal izquierdo, el área que controla la memoria, el lenguaje y el movimiento.
“Pero Jasmín está mejorando mucho,” dijo Cothran-Hampton. “Hay varios niveles de trabajo y estamos avanzando.”
Durante una sesión de terapia reciente en Johns Hopkins, Cothran-Hampton interactuó con Jasmín y su hermano alrededor de una mesa. Jugaron juegos como “caras tontas” y “mordedura de tiburón” para practicar expresiones faciales y emociones, para desarrollar habilidades visuales y motoras.
Se rieron juntos.
Comieron galletas.
Se chocaron los cinco.
“Dejemos de lado al tiburón, solo por un segundo,” dijo Cothran-Hampton.
"¿Qué es esto, Jazmín?" preguntó ella, sosteniendo una tarjeta con una foto de un plato.
"Un plato," dijo Jasmín.
“¿Y usamos un plato para…?” preguntó Cothran-Hampton.
“Comida,” dijo Jasmín.
"¡Buen trabajo! Entonces ahora: ¿Quién necesita un plato?” dijo Cothran-Hampton.
Jasmín aprendió el valor de ser fuerte y optimista de sus padres. Ahora, esas lecciones están sirviendo de inspiración para toda la familia, dijo la tía de Jasmín.
“Estamos agradecidos de que Jasmín esté con nosotros. Ella nunca estará sola.”