BRANDON - Lianet Ramírez, de 12 años, recuerda las primeras semanas de marzo cuando los informes noticiosos sobre el COVID-19 comenzaban a llegar de manera rápida y frecuente. Las recomendaciones para detener la propagación de la enfermedad eran principalmente en inglés.
Sin saber qué significaba el termino "nuevo coronavirus", Lianet usó datos y volantes que encontró en Internet para explicar a sus padres lo que había leído sobre la pandemia. A menudo, dijo Lianet, tenía que describir palabras como "ventilador" usando ejemplos que todos en su casa podían entender.
"A veces, me siento como una maestra (de escuela), pero me gusta", dijo Lianet.
Cuando llegó de Cuba junto con sus padres, René Ramírez Jr., de 44 años, y Janet Ramírez, de 34, en el verano de 2018, Lianet no sabia ingles. Pero en la escuela secundaria Rodgers, en Riverview, aprendió rápido, alentada por su decisión de estudiar y hacer nuevos amigos.
Otra motivación fue la necesidad de ayudar a su familia.
Lianet tradujo instrucciones para obtener una licencia de conducir para su padre, buscó un seguro de salud para sus abuelos, René, de 70 años, y Anicia, de 69; y ayudó a su madre a coordinar citas médicas por teléfono para su hermana, Eliani, de 7.
Lianet también ha traducido información sobre las pruebas gratuitas de coronavirus del condado de Hillsborough, siempre pensando en su familia.
“Estamos muy orgullosos de la ayuda que nos brinda Lianet. Es una buena hija y una niña muy responsable para su edad “, dijo su madre Janet. “Es muy paciente y sabe que es difícil para nosotros y sus abuelos aprender inglés en esta etapa de nuestras vidas”.
Servir como traductor e intérprete "oficial" en el hogar es un papel común para los niños de familias inmigrantes. Los padres y los abuelos pueden tener dificultades para aprender un segundo idioma, a menudo ocupados con el trabajo o sin acceso a la educación en idiomas. Traducir del inglés al español no es fácil para los menores, debido a los dialectos, las tradiciones y diferencias culturales. Sin embargo, sus contribuciones son vitales, ya que alivian la presión sobre aquellos que intentan superar las barreras del idioma.
Olga López, de 36 años, es una madre soltera y de origen mexicano que llegó a los Estados Unidos en el invierno de 2003 junto con su hijo, José, ahora un estudiante de octavo grado y de 16 años. Olga vino a trabajar en el campo para recoger frutas y verduras en los campos de Wimauma y mejorar sus condiciones de vida.
Hace cinco años López comenzó un negocio familiar desde la cocina de su modesto departamento en Tampa. Sus días se inician a las 5:30 a.m. y pueden prolongarse hasta las 8 p.m. López prepara almuerzos y cenas para vecinos y clientes de su área.
El trabajo le deja poco tiempo y energía para aprender inglés, dijo López.
“Cuando vienes a este país, comienzas a trabajar y a trabajar”, dijo López. “Como madre, lo que más te preocupa es que tus hijos tengan algo de comer y un lugar para dormir. Aprender inglés es importante, pero cada caso es diferente. Y el mío lo es”.
José López dijo que está feliz de servir como traductor para su familia. Aprendió inglés en su escuela, Tampa Bay Academy, en North Nebraska Avenue. Le gusta leer y solo mira programas en inglés para afinar el oído. Cuando su madre necesita hacer una llamada en inglés, José suele estar en la otra línea, traduciendo cada palabra y explicándole cosas que su madre no entiende debido a la barrera idiomática.
RMJQZMQKXJDU5D3H7SD3BBNVHA.jpg
Olga López dijo que su hijo José, de 16 años, es su vínculo con el inglés. Su hermano, Óscar, de 5 años, a la derecha, solo habla español.
En noviembre José recordó que tuvo que ayudar a su madre con la llamada al pediatra de su hermano Óscar, de 5 años, que estaba resfriado. Ayudó también por teléfono cuando el brote de coronavirus obligó a las empresas a cerrar y creó una escasez de productos básicos en los supermercados a mediados de marzo.
José dijo que su madre pensó inicialmente que el coronavirus era una mala broma. Nunca había oído hablar de una enfermedad con un nombre que muchos mexicanos asocian con una marca de cerveza.
Los López viven cerca de un área donde Olga puede comprar y recibir pedidos de sus clientes en español. Pero una vez que tiene que hacer el papeleo o hacer llamadas donde el español no está disponible, José interviene y hace la traducción que sea necesaria.
Durante años organizaciones comunitarias han ofrecido ayuda a los inmigrantes para que puedan aprender inglés. Pero las limitaciones de recursos y el brote de coronavirus han estancado estas y otras iniciativas.
La organización sin fines de lucro Casa Venezuela y su directora, Norma Camero, dirigieron un programa de idiomas precisamente para acortar los problemas con el aprendizaje del inglés. Comenzó en noviembre de 2018 con la ayuda de la Fundación Nuestra América y la Universidad Ana G. Méndez, con sede en Puerto Rico, que puso a disposición salones y maestros voluntarios a escala local.
El programa de inglés incluyó sesiones sobre historia, educación cívica y política, enfatizando la participación de los estudiantes en todo momento. La clase se llevó a cabo los viernes de 7 pm a 9 pm. Este año, debería haber comenzado en marzo.
"El programa tuvo muy buenos resultados, pero obviamente, no hemos podido continuar", dijo Camero. "Y digo esto con gran tristeza, porque teníamos un excelente grupo de estudiantes y personas interesadas en tomar nuestras clases de inglés, porque la necesidad es bastante grande en el condado de Hillsborough".
En Hillsborough, 240,000 personas de 5 años en adelante hablan español en el hogar, según un informe del censo de 2013. Pero alrededor de 94,000 de ellos dijeron que hablan inglés menos que "muy bien". En Pinellas los números fueron 53,000 y 22,000, y para Tampa y el área metropolitana de St. Petersburg-Clearwater, 340,000 y 132,000, respectivamente.
El problema de la diferencia idiomática está presente. Según los expertos, los niños que traducen para padres obtienen mayores habilidades cognitivas, sociales y emocionales. En muchos casos, asumir estas responsabilidades a una edad temprana los hace sentir orgullosos y útiles. Pero traducir e interpretar para adultos es un proceso complejo y hace que los niños se sientan presionados.
Odette Figueruelo, experta en idiomas y educación en Hillsborough Community College, dijo que cada individuo es diferente, pero es importante hacer un esfuerzo para evitar depender de los niños. Figueruelo comentó que los menores pueden sentirse agobiados en situaciones serias, especialmente cuando se les requiere traducir documentos.
"Como madre, creo que los niños no se traen al mundo para hacer cosas por nosotros", dijo.
María Gabriela Montes de Oca, de 47 años, vino de México hace 16 años con su hija, Brenda, que entonces tenía 5 años. Durante años, Montes de Oca fue cocinera, limpio casas y oficinas, y trabajo en los campos de Wimauma. Sus obligaciones, dijo, la dejaron con poco tiempo y recursos para aprender inglés.
Montes de Oca, de Gibsonton, está desempleado. Ella perdió su trabajo limpiando casas debido al coronavirus. Su visión de la vida cuestiona el pasado y el presente.
"Vienes con altas expectativas, pero la realidad es diferente", dijo en español. "Poco a poco el tiempo pasa y, de repente, ya estás aquí 10, 15, 20 años".
Brenda hace la traducción que requiere su madre y se comunica por computadora con los maestros de su hermano menor, Gabriel, de 12 años. La hija mantiene además informada a su madre sobre las últimas noticias del coronavirus, incluido el debate sobre la apertura de escuelas.
"Muchas veces respondo por mi madre antes de que ella diga algo", dijo Brenda, una camarera de 21 años.
Brenda todavía recuerda con una gran sonrisa cuando acompañó a su madre a una oficina del gobierno y al médico y sirvió por primera vez como su intérprete. Tenía 9 años.
“Uno asume esta tarea como cualquier otra obligación que tiene un niño”, dijo Brenda. “La responsabilidad de mi hermano es estudiar; lo mío es trabajar y ayudar a mi madre“.
AX6XNYRW7VGCBE2PELSEQEHDLY.jpg
María Gabriela Montes de Oca, centro, vino a Estados Unidos desde México hace 16 años y todavía confía en su hija Brenda, para que le traduzca. Brenda, de 21 años, también ayuda al hermano Gabriel a comunicarse con los maestros.