Por Diana Arufe
Especial para CENTRO Tampa
Se me hace difícil procesar qué voy a escribir sobre Puly. Son tantas las buenas memorias que se me hace un nudo en la garganta. Si me preguntan: ‘¿Conoces a alguien que nunca diga no, cuando de ayudar se trata y siempre este dispuesto’. Yo respondería: ‘¡Por supuesto, mi amigo Puly!’.
Conocí a Puly hace muchos años, amistad que heredé de mi familia, quien también lo conocía por muchos años. Rápidamente lo incorporé a mi vida como un consejero, pero más que eso, como un gran amigo.
El Maestro Gabriel Sequeira Romeu, “Puly”, como todos lo conocían era un hombre sencillo, jovial, inteligente y un gran músico que dedicó su piano a hacer feliz a los demás. Su buen porte, su estatura y sus ojos claros siempre traslucían nobleza. Él mantenía su buen humor y sus dichos jocosos, hasta en los peores momentos.
Mi amigo Puly, siempre sabía de todo, era como una enciclopedia si le consultaba de música, además sabía de audio, de cámara, de historias de Tampa… Nos unía entrañablemente nuestra tierra, Cuba, y mi admiración genuina por la música de su familia, los Romeu, la dinastía de los mejores músicos cubanos. Pero de lo que si no sabía mucho Puly era “de cobrar”. Esa no era su especialidad, le costaba mucho decir “cuanto cobraría por tocar su preciosa música o acompañar a un cantante”. Casi siempre terminaba regalando su preciado tiempo y talento que valían oro, fueron muchos los beneficiados con esa debilidad. Regalaba sí, incluso una vez al mes regalaba su música en asilos de ancianos, les llevaba alegría, a cambio, solamente de verles una sonrisa, lo acompañé un par de veces. Ninguno de los dos sabíamos cantar, pero su piano resaltaba…y nos llevábamos la recompensa de haber hecho el bien.
No hubo un artista que llegara a Tampa al que él no ayudara, no había un necesitado al que Puly no le tendiera la mano, la mayoría de las veces, quitándose lo de él.
Mi amigo Puly nunca tuvo un NO para mí. En cada locura que se me ocurría, ahí estaba Puly, para programa de televisión o radio, hasta me firmó un Affidavit (Declaración jurada) para que yo pudiese utilizar su música en cualquiera de mis proyectos y no tuviese ningún problema legal por futura reclamación.
Entre esos proyectos tuve un programa en Telemundo y Puly era mi asesor, además de darme ideas y consejos de producción. Aquellos programas eran de entrevistas a personalidades de la cultura. Entre los invitados tuve a la cantante cubana Annia Linares, precisamente la busqué para darle el gusto a Puly, porque Annia había ganado en Cuba el Premio Adolfo Guzmán con una canción compuesta por Zenaida Romeu, la famosa pianista y compositora, mamá de Puly. Cuando Annia ganó el concurso él no pudo ir a Cuba Por supuesto, uno de sus sueños era conocer a Annia. Me siento feliz de haberle podido hacer ese sueño realidad.
Fue un día emotivo, pero la odisea con Puly comenzó cuando preparábamos el viaje a Miami. él quería llevar de todos los detalles para allá, y no cabían las cosas en mi carro, un SUV que llevaba el cupo lleno, más luces, cámaras y cuanto material se necesita para una grabación. Puly quería llevar no solo su piano sino su banqueta de Piano, y yo le decía: ‘Pulín (como siempre le llamé), no me cabe la banqueta, buscamos otra cosa. Improvisamos’. El me dijo: “¡ah no…que va!”. De ninguna manera, él que era un profesional íntegro, viajaría sin “esa banqueta”. La banqueta cupo de milagro.
Cuando estuvimos junto a Annia, no pude dejar de hacerle el cuento de que Puly me había llenado el carro de cosas, pero que por hacerlo feliz le había dejado llevar hasta la banqueta del piano. Y él respondió jocosamente: “Vayaaa, si no es por Annia no tengo ni donde sentarme”. Luego él tuvo el gusto de acompañarla al piano con la misma canción ganadora: “Me arrepiento”. Lo vi llorar recordando a su madre. Ese era mi amigo Puly, sensible, emotivo, siempre con una sonrisa, una buena frase, medido y decente, con alta valoración de la amistad, y por nuestras conversaciones y por su actuar, supe que fue un gran padre y compañero para su esposa Lucy; o al decir del locutor español Emilio de Fortuny: “Fue el punto de convergencia de la solidaridad tampeña”.
Quisiera escribir tantas cosas de mi amigo Puly...que no me alcanzan las palabras.
¿Qué más pude haber hecho por él?, esa es la pregunta. Seguro pude haber hecho mucho más, pero me queda el placer de haberle dado un buen lugar cuando él se creía olvidado, que en realidad…nunca lo estuvo. Me pregunto por qué los seres humanos siempre tendemos a dar más cuando la gente muere, un mal que no corregimos.
Te voy a extrañar, ¿a quien le pediré ahora que me acompañe en mis sueños de artista?
Se nos ha ido un gran hombre, el mejor de los amigos, y quiero estar segura de que Tampa lo sabe.
Diana Arufe es graduada en Derecho, en Cuba, puede escribirle a arsannotaryinc@gmail.com