Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Ya como que ha pasado la parte más fuerte del proceso electoral. A palo y pedrá, como en el tema de “La Rigola”, vamos cambiando el ambiente. Algunos que celebraron el resultado electoral y otros que se sienten abrumados, realizan en conjunto el milagro electoral. A veces no nos acordamos como casi siempre ha sido de la misma forma con la diferencia actual de la multiplicidad en los medios de comunicación. Todo el que pueda comprar un telefonito con buena (o simplemente regular) pantalla se considera ya miembro respetable de la fraternidad de los informadores. Total, todos nos equivocamos en algún momento de nuestras vidas. Quejas y protestas o demandas de recuento siempre han sido parte del proceso y por ello no me preocupa mucho. Siempre triunfa la verdad y se reafirma la libertad. En algún momento se acepta una decisión (aunque sea a regañadientes) y se comienzan los preparativos para el futuro.
Sí, con orgullo resalto la victoria de Raquel Regalado en el sur de la Florida. La hija de Tomas Regalado, a quien nosotros queremos como parte de nuestra familia, ha logrado un triunfo magnífico y, como siempre, nos sentimos orgullosos de ella y compartimos como propios su victoria.
Decía que vamos cambiando el ambiente y hasta el tema de hoy. Ya nos recuperamos del embrujo de la victoria o el dolor de la derrota. Ahora, a enfrentar la realidad. Tenemos que trabajar para poder pagar los víveres, la casa y las cuentas. Tenemos que dar la cara a los problemas del día y buscar cómo darles solución. Ya pasó el momento de la discusión sobre los candidatos. Ahora es la discusión sobre las obligaciones que tenemos que cumplir.
Y en el cambio de ambiente vemos que como hasta el tiempo comienza a cambiar. Ya cambió la hora. Parece que se nos hace de noche más temprano. Parece como que la temperatura también cambia un poco; refunfuñamos o celebramos el resultado electoral y nos damos cuenta del regreso a la vida “normal”. A lo mejor son ideas, pero (ese dichoso pero de Quevedo), sin darnos cuenta real, el trabajo en el patio nos parece algo menos agotador que hace unas semanas. A lo mejor es simplemente porque no dedicamos tanto esfuerzo a las labores de limpieza, recogida o simplemente el sembrar plantas con flores de fragancia y colorido. Cualquier excusa nos viene bien …Días más cortos, temperatura menos calurosa y los achaques de los años más pronunciados. Todo cuenta para hacernos la vida (aparentemente) más sosegada.
Pudiéramos perdernos en el análisis de todos los factores y siempre llegamos al mismo resultado. Yo y mi familia conformamos el centro de mi vida. Todo lo demás, en la periferia, son solamente atributos que dan color y vigor a esa vida. Alegría o tristeza, felicidad o incertidumbre. Nada, es el despertar en la mañana y dar de frente a la realidad, gústeme o no, pero convencidos de que tenemos que seguir adelante. Ese simple hecho, el poder determinar así, nos convierte en triunfadores en esa compleja competencia que es la vida del ser humano.
Diariamente en el sencillo cuchicheo con los vecinos aprendemos. Es verdad que el terrible coronavirus ha contribuido en mucho al ambiente en que ahora vivimos. El miedo (¿Por qué negarlo?), nos agarra por el cuello y nos impone medidas de restricción a las que no estamos verdaderamente acostumbrados. Especialmente nosotros que consideramos que un saludo regular conlleva no un simple apretón de manos, sino un fuerte abrazo.
Somos de naturaleza social; nos gusta el secreteo tomando café. Hasta habrá quien lo considere como algún “chisme”, pero es nuestro carácter el compartir esas cosas pequeñas que dan sabor y gusto a la vida. Es el sentido de vida colectiva a la que tenemos acceso y, nos gusta disfrutarla. Hay que sentir en carne propia el dolor que implica ese profundo y necesario cambio en la vida normal. Hasta en la relación con la familia, atemorizados ante la reunión de un grupo más amplio. Buscando con ansiedad casi cualquier tipo de “protección” ante el peligro que nos acecha.
En realidad, no son “tiempos normales” los que nos toca vivir en estos momentos. Lo bueno es que, como seres humanos inteligentes, podemos aprender y buscar soluciones. Ni la pandemia, ni el resultado de las elecciones, ni la gritería popular tienen resultados profundos. Somos una sociedad capaz de enfrentar esos y muchos otros problemas. Ya se vio en guerras que no eran “populares” y en otros problemas que acapararon en su momento la atención pública.
Cambiaremos mucho en cosas de la vida, pero la base fundamental se mantendrá simplemente porque somos todos nutridos de principios reales y profundos que sacan a relucir lo mejor de cada uno.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico ‘La Voz Hispana’.
Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@aol.com