Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Y ahora las elecciones. Que no quepa duda; yo también tengo mi forma de pensar y de cómo voy a votar. Sin embargo, no voy hoy a aprovechar esta magnífica oportunidad para tratar, aunque fuera inútilmente, de influenciar al lector con mi predilección. Una de las cosas que yo admiro y respeto de esta sociedad es que me permite vivir y expresarme libremente. Cada uno con su opinión, aceptando con buena o mala cara la del prójimo y reconociendo finalmente los resultados del proceso.
Siempre se presentan problemas y no creo que este año sea distinto. Tenemos dos partidos con candidatos que presentan diferentes versiones sobre nuestra realidad. Los resultados podrán o no ser aceptados con sonrisas y alabanzas, pero -temprano con el, pero de Quevedo-, a la corta y a la larga el proceso se impone y a las buenas o a las malas se aceptan los resultados. Sin lugar a duda, con las protestas, quejas y denuncias del perdedor y con las autoridades competentes resaltando esos resultados.
A la corta y a la larga, el pueblo acepta los resultados y el gobierno electo. Recordemos que no es solo el presidente el que ordena y manda. El congreso tiene autoridad y la voluntad del pueblo es, al final, la que cuenta. Hasta Chicho lo reconoce.
Siempre hay alternativas. Todavía recordamos con un cierto asombro aquel día en 1974, cuando el entonces presidente Richard Nixon se retiraba de la Casa Blanca por el escándalo de Watergate y el proceso de acusación en el Congreso. Una nación profundamente dividida, pudo superar la crisis.
No quiero con nada de esto encontrar una similitud en la situación de hoy con aquella. Sin embargo, creo que es necesario revisar la historia para dar base al presente. Una nación que se funda y mantiene en leyes, acepta los resultados de un proceso electoral. Los ganadores en su función de gobierno y los perdedores refunfuñando y aceptando al final los resultados, aunque en función de oposición.
Este sistema que hoy alabamos nos tiene también compromisos que no podemos simplemente evadir. Si es verdad que nos vemos con la responsabilidad de aceptar el resultado, gústenos o no, también nos vemos con la responsabilidad de ejercer el derecho casi sagrado de participar en el proceso.
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Randy McKinney, de Clearwater, sostiene calcomanías de
Ya lo he dicho y hoy lo mantengo, aunque me repita. Hay cosas que valen la pena repetir para no olvidar. Vivimos en esta sociedad porque no podemos, o queremos, vivir en las nuestras. Hemos tenido la oportunidad de elegir dónde y cómo vivimos. Esto conlleva la responsabilidad de mantener y vigorizar el sistema que nos ofrece esas oportunidades. Pueden ser oportunidades económicas o simplemente de mantener una vida tranquila y poder soñar con un futuro mejor.
Queremos tener esa oportunidad de poder disfrutar de nuestras vidas, de la familia, del trabajo y del retiro. Y de un gobierno estable; sea o no el que yo prefiera.
El ciudadano tiene la obligación de votar. En otras ocasiones, cuando la edad y la salud lo permitía, tuve la casi necesidad -por mi gusto-, de trabajar activamente en campañas electorales. Gané algunas y perdí otras. Siempre mantuve la posición de que, si mi candidato no era el preferido por el voto, entonces me mantenía en la posición de opositor critico que me permite el sistema. Siempre creí firmemente en eso.
El privilegio de ir a votar es algo casi sagrado. Todos tenemos la responsabilidad de lograr que el sistema funcione y continúe ofreciendo sus fortunas sobre la nación. Ponga usted el calificativo que le guste; deber, privilegio, responsabilidad, derecho y hasta obligación. Todo vale cuando de respetar el sistema se trata.
Nuestros países manejan con cierto alegre desprendimiento, cuando no con un real rechazo, un proceso como el que aquí tenemos. Podemos debatir, presentar nuestras ideas con mayor o menor ímpetu, podemos respaldar a nuestro candidato y atacar al contrario. Esta fiesta nos permite mucho mas de lo que en otros países se pueda proyectar.
En vísperas de ese día de elecciones, tenemos la obligación de repasar nuestras razones de porqué vivimos aquí. La libertad que disfrutamos conlleva esa responsabilidad que tenemos que consumar en las urnas.
Ya lo dije y, como Quevedo hace con frecuencia, repito por la importancia que concedo a ese derecho de ser parte del proceso en mi vida. Es una obligación el ir a votar por el candidato que consideremos más adecuado para la conducción de la nación.
No nos encontramos en Camagüey con el regalo de los dioses y, precisamente por eso, tenemos la obligación de ejercer nuestro derecho/deber. Es una responsabilidad moral y una obligación real el ir a las urnas y votar. Eso nos da la fuerza para continuar la vida en libertad.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico ‘La Voz Hispana’. Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@aol.com
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“El privilegio de ir a votar es algo casi sagrado”- Mario Quevedo.