Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Es imposible escribir sobre la problemática cubana cuando las semanas, los días y hasta las horas pueden cambiar profundamente la situación en la isla esclava.
Sí es posible escribir y hasta lanzarse por los caminos de tratar de ojear la intriga diaria. Tratar de explicar o comprender lo que sucede, es otro capítulo de análisis que no queremos hoy tocar. Las cosas en Cuba cambian para mantenerse siempre en lo mismo. Más de medio siglo de paredón, mentira, odio y persecución solo nos lleva a la conclusión de que el mal arraigado busca la forma de perpetuarse en el poder sacrificando siempre lo mejor de nuevas generaciones.
En las últimas semanas hemos sido testigos de casos poco usuales o no frecuentes en un contexto distinto. Sin lugar a duda, la multiplicidad en medios de comunicación comenzando con el telefonito camarógrafo que capta realidad instantánea sumado al hecho verdadero de que nuevas y viejas caras se disponen a contar sus vidas, hacen que hoy se hablen verdades horribles del quehacer cotidiano cubano.
Y todo esto se dice porque la tragedia cubana solo se compara con la de los pobres niños centroamericanos que son enviados por sus padres para tratar de que alcancen una vida mejor donde el futuro no se les presente con el horror del vivir diario en sus hogares naturales. La desgracia es total y el sacrificio de la familia al tratar de salvar el futuro de sus hijos nos presentan un panorama con el dolor profundo del no poder hacer mucho en la búsqueda de una solución,
Pero (ya llegó), en el caso que nos ocupa vemos que las noticias de Cuba son difíciles de comprender. Información de protestas, huelgas de hambre, hombres y mujeres cansados o que han perdido el miedo y se lanzan a exponer su vida. Y esto, a veces cuesta algún trabajo entender. ¿Cómo imaginarnos el poder ver reportajes de aquellos que se sacrifican dando el ejemplo?
Ya sé que habrá siempre algún malintencionado que pretenda desvirtuar lo que es tan difícil de comprender. A lo mejor estamos tan acostumbrados a reaccionar automáticamente ante la maldad del régimen que no podemos romper las ataduras y ver algo que pueda ser real.
Chicho se rasca la calva y le cuesta trabajo entender que, a lo mejor hoy las condiciones son algo distintas, -no mejores sino simplemente distintas- aunque sea más de lo mismo. Primero tengo que dejar bien claro que la dictadura mantiene la mano férrea que utiliza cualquier procedimiento para mantenerse en el poder. Ese es único elemento que podemos aquilatar en todo momento. No hay excusas; no puede haber explicaciones. Ese régimen es el único culpable del dolor del pueblo cubano. La libertad no puede tener barreras. Eres libre o no lo eres; y en Cuba no puedes ser libre
Sin embargo, hoy contemplamos un panorama que hasta el momento no había sido expuesto. No podemos llamarle la otra cara del régimen o ponerle una etiqueta trasnochada por falta de otra mejor. La careta de carnaval no. Con esta comparsa no podemos desfilar arrollando por las calles torcidas de la imaginación.
Sí, vemos imagines de hombres y mujeres en huelga de hambre. Vemos imágenes de gente en la calle con carteles contra el régimen. Sí, vemos que aquella reacción violenta e instantánea por las fuerzas represivas no es lo único que se muestra públicamente. Verdad o mentira, con esta o aquella explicación, eso es real.
El cansancio, telefonitos, más amplia comunicación, el acceso al internet, hoy como que vemos un poco tras el telón que ha ocultado toda la realidad cubana durante más de medio siglo. ¿Será esto resultado de la ayuda económica -la “remesa”- de los familiares en West Tampa?
Vemos el hambre del pueblo en colas interminables para conseguir “algo”, ni siquiera lo necesario para malvivir. Simplemente para recibir un turno para ver si puede “resolver”. Vemos al que sufre por no poder ser Libre, sí, con mayúscula, no con dadivas falsas que pretendan utilizar para barnizar el terror.
La verdad se palpa y se ve. No importa que alguien se considere con derecho a jugar con el alma del pueblo cubano. La única realidad es que el régimen no cambia, ni con el “presidente nombrado” o con el hermanísimo casi escondido ni con los “generales” que por tener el poder del ejército se creen de verdad ser legítimos. La verdad se ve en la UNPACU, en San Isidro, en Luis Manuel Otero Alcántara y en el que se empeña en proclamar “Patria y Vida”.
Cuba necesita Libertad, no más mentiras o sueños que son pesadillas en el mundo real del necesitado. Cuando podamos discutir el presente y futuro del pueblo en nuestro propio patio, entonces podremos comenzar a hablar. Mientras tanto yo sigo con mi denuncia.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico ‘La Voz Hispana’. Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@aol.com