TAMPA- Miles de hombres y mujeres que han servido a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos son honrados el 11 de noviembre. La jornada no es cualquiera: es una oportunidad para mostrar respeto por estas personas que se han sacrificado por ayudar a construir una vida mejor y más segura para los ciudadanos del país.
Para nuestra comunidad constituye también la oportunidad para agradecer a aproximadamente 750,000 hispanos que, según el proyecto Voces Oral History, adscrita a la Universidad de Texas, participaron en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Pero detrás de estos valientes, siempre hay familias, madres, esposas, hijos, que juegan un papel fundamental al convertirse en su sostén espiritual, muy a pesar de la ausencia y el temor.
Cada año, en el momento en que Estados Unidos celebra la hora once, del día once y del onceno mes, Mary Lou Galletti, tiene motivos para celebrar y agradecer.
Aunque los últimos 37 años de su vida no han sido precisamente un camino de rosas, la maestra, ya entrada en los cincuenta años, se siente orgullosa de ser hija, sobrina, esposa y madre de militares.
“Vengo de una familia donde ser militar no es nada extraño, mi padre y mis tíos estuvieron en el Ejército y cuando conocí a mi esposo en la universidad ya yo sabía que estaba preparándose para entrar en la vida militar”, confesó la maestra, que a pesar de haber nacido en Chicago, es de origen español y puertorriqueño.
Acostumbrada a los uniformes, estando ella misma a punto de usar uno que luego decidió colgar para dedicarse a cuidar de su familia, Galletti dijo a CENTRO Tampa que estos 37 años de matrimonio ‘no los cambiaría por nada en la vida', incluso a pesar de los momentos más duros.
“Durante estos años hemos vivido en varias bases militares, increíblemente no ha sido malo, la idea de comenzar de cero cada dos años aproximadamente, me atraía, yo disfruto las aventuras y así lo he visto siempre”, dijo Galletti.
Su primera base militar fue en Virginia y a partir de ahí se han mudado siete veces por los traslados de su esposo Francisco, hasta llegar a Florida hace 10 años. Orgullosa de su buena memoria y totalmente negada a decirnos su edad real, Galletti contó que comenzó a trabajar como maestra en el año 1981.
“Para mí todos estos años han sido como una gran aventura, mi única preocupación fue a partir de que nacieron los niños, pensar que pudieran criarse lejos de la familia. Sin embargo, esto nos hizo muy unidos, solo éramos nosotros cuatro para apoyarnos uno al otro”, dijo.
“La parte más dura de no ser el que se va es cuando tienes niños y tienes que explicarles y responderles a todas sus preguntas”, agregó.
Del matrimonio Galletti nacieron dos hijos, Alejandra en 1983 y Francisco en 1985 y cuál no sería la sorpresa de sus padres cuando ambos decidieron, luego de haber terminado la escuela, que querían enlistarse en el ejército.
“Alejandra desde niña le gustaba ponerse las botas y la gorra de militar de su papá, pensamos que era algo de niños, pero tan pronto cumplió los 16 años ya estaba buscando cómo entrar al Army. A los 17 años cuando atacaron las Torres Gemelas, ella tomó la decisión y entró a la Fuerza Aérea”, dijo.
Dos años más tarde vino la sorpresa aún mayor, según contó la maestra, cuando su hijo de 17 años les comunicó que él también sentía inclinación por el Ejército y ya había tomado su decisión.
“Nos dijo que sentía que tenía un deber, así que decidimos apoyarlo y entró también a la Fuerza Aérea en el año 2002. No pasó un año y lo llamaron a Iraq por 8 meses. En 2007, lo volvieron a enviar en otra misión en Iraq, en esta segunda ocasión su padre y su hermana también fueron llamados, así que te podrás imaginar cómo fue la noticia”, dijo Galletti casi entre susurros.

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Maestra de profesión, Galletti estuvo a punto de vestir el uniforme militar pero optó por cuidar de su familia.
El Ejército decidió dejar a Alejandra desplegada en Estados Unidos, Galletti tuvo que hacerse cargo de su nieto mientras sentía una gran angustia por los hombres de la casa.
“De alguna manera yo me había acostumbrado a que mi esposo fuera en esas misiones, pero ya cuando tienes un hijo que también se va, el trago es muy amargo. Aunque no pudieron estar en la misma base, los dejaron pasar las navidades juntos y esa fue una alegría inmensa”, contó Galletti.
Para esta madre y esposa la peor parte estaba por llegar. Su esposo fue devuelto a Estados Unidos pero la unidad de su hijo permaneció por más tiempo en Iraq en la región de Besmaya.
“Lo peor era escuchar las noticias, cuando oyes lo que pasa por un televisor, pero no sabes la verdad es una tortura horrible. Ser maestra me ayudó mucho porque los niños te roban la atención, pero siempre estaba pensando qué estará comiendo, cómo estará sobreviviendo…”, comentó Galletti visiblemente emocionada.
Según esta mujer, de carácter fuerte y ojos sinceros, uno nunca se acostumbra a esperar.
“Uno se acostumbra a las temperaturas, uno se acostumbra a los cambios de bases, pero nunca te acostumbras a que tus seres más queridos se vayan sin saber lo que está pasando con ellos”, dijo.
Galletti encontró consuelo en las familias de las bases donde vivieron, para ella son las mejores personas pues se apoyan entre sí. Hay muchos programas de apoyo a las familias y para ella fue una aventura más.
“Fue duro para mí como madre y como esposa. Cuando se fueron sentí un vacío por dentro y una incertidumbre muy grande. A veces sientes que no puedes respirar hasta escuchar sus voces. Lo peor es la inseguridad de no saber qué pasará con ellos… claro luego viene la alegría cuando regresan”, explicó.
Sin embargo, esta madre de familia confesó a CENTRO Tampa que a pesar de los momentos amargos se siente orgullosa de saber que su familia tiene un deber con su país y las personas que viven en él.

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Galletti dijo que a pesar de los momentos difíciles se siente orgullosa de saber que su familia tiene un deber con su país.
“Ellos hicieron lo que su corazón les dijo que era correcto y uno cría a sus hijos para que sean fuertes y seguros y yo creo que lo hemos logrado. Como madre y como esposa yo he estado ahí para ellos y para enseñarles que fueran lo que quisieran ser, así que siento que mi misión está cumplida”, dijo Galletti.
Para los Galletti la frase “Gracias por su servicio” es más grande de lo que ellos sienten que han hecho. La humildad y el valor vienen de la mano cuando se trata de esta familia que dice no haber hecho nada más que su deber.
“Si le preguntas a mi hija qué siente que ha sido su carrera militar, ella te dice que ha sido cumplir con su deber ciudadano, solo eso. En ese sentimiento se están criando mis nietos, que ahora son niños, pero ya veremos qué les depara el futuro”, dijo.