Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Y bien amigos, estamos de fiesta al dar la bienvenida a un nuevo año. Ya recientemente nos referíamos a dos bellísimas festividades en nuestro calendario: El Día de Dar Gracias y el Nacimiento del Niño Dios.
Esperamos que este 2020 sea un año lleno de paz, felicidad y todo lo que en este tiempo se pide del Señor; pero (temprano con el pero de Quevedo) yo voy un poco más allá. Yo voy al año que sueño, yo voy por el año al que tengo que recibir, dispuesto a enfrentar dificultades y con la esperanza de, también, disfrutar de las mieles de favores recibidos.
Al fin y al cabo, a Dios rogando y con el mazo dando; refrán que muchas veces utilizamos sin saber en realidad lo que estamos diciendo, mucho menos su procedencia. Hoy espero quedarme en eso.
Habrá algún sabelotodo que procure señalar que en lugar de refrán es una parábola bíblica que invoca la importancia de trabajar y esforzarse para, invocando la gracia divina, alcanzar lo deseado. El otro predicará la necesidad de aprender la ‘resignación cristiana que premia a los buenos y castiga a los malos en la otra vida’.
Y bien, yo soy de los que creo firmemente en la gracia divina y los buenos deseos necesarios para encontrar aliento, al tiempo que reconozco que poco o nada ocurre sin el esfuerzo humano. La gracia, la suerte, la fortuna, el destino o los buenos deseos (aparte de los del Señor) no mueven montañas si uno no pone de su parte en la voluntad humana.
Es de sabio; y ese cartel yo no lo cargo, buscar el equilibrio entre la espiritualidad y la acción. Feliz el hombre que lo logra. Mientras tanto yo me conformo simplemente con tratar lo mejor posible. Creo necesario entrelazar el trabajo, la fuerza de voluntad a un propósito, a la fe, la esperanza, el ideal o sueño.
Bueno, y ya vamos llegando al momento de hablar también con un poco de claridad. Tipo Mario Quevedo. Con el mazo dando.
No puedo hoy simplemente reconocer las bellezas del mundo y esconder u olvidar el horror en que viven tantos. No puedo meramente resaltar lo bueno y esconder o por lo menos tratar de no ver la maldad de seres humanos que se convierten en agentes perversos de causas intolerables para el que tiene conciencia.
No puedo neciamente pretender ignorar el dolor que causan enfermedades, regímenes despóticos, condiciones terribles y actitudes de quienes solo se sientan a meditar reflejando su propio ombligo pretendiendo ignorar el dolor ajeno.
Con el mazo dando, tengo que también señalar a esos poderosos gobernantes que, como en Cuba, por la fuerza se mantienen en el poder apelando a los más bajos sentimientos y la fuerza para lograr sus empeños.
Son muchos los que sufren por esos regímenes de poder que, como en Venezuela llevan a los suyos a la miseria. Hay pueblos nobles, como el colombiano, que sufre la crueldad de los narcotraficantes/asesinos que solo horrorizan para sentirse cumplidos. Narcoguerrilleros que en Guatemala, El Salvador, Honduras y México solo saben tratar de condenar al infierno a patrias nobles. En este Año Nuevo, al que damos regocijados la bienvenida, no podemos simplemente ignorar a los verdugos.
Hoy, al invocar coros celestiales para felicitarnos y abrir nuestros corazones al nuevo año, lo hacemos con la confianza de que el Señor que vela siempre por los buenos nos ofrecerá su brazo poderoso para hacer ligero nuestro transitar por estos escabrosos caminos.
Como ya el lector debe saber de este Quevedo, pretendo dar la cara con vigor a este nuevo año que recibimos con expectaciones magnificas. Darle frente a ese futuro con estrofas de un himno viejo que pasó a la historia (que hoy no juzgo) y con la camisa nueva formar junto a mis compañeros cuando vuelva a reír la primavera y vuelvan banderas victoriosas al paso alegre de la paz. Este es mi deseo hoy a mis amigos y a todos los amables lectores. Con mi camisa nueva, junto a mis compañeros, riendo la primavera con banderas victoriosas y al paso de la paz. Así espero mi futuro.
Solo nos queda hoy dar gracias a Dios por los bienes recibidos y desear a todos las felicidades que merecen, elevando nuestra súplica al Todopoderoso para que se apiade de nuestras faltas y nos cobije con el manto de los buenos y para que también nuestros deseos se conviertan en realidad.
¡Felicidades a todos!