Especial para CENTRO Tampa
Aunque a mí nunca se me ha podido acusar de tener buen -ni siquiera mal- oído para la buena música, hay veces que el recuerdo me mueve y me despierta inquietudes. Y no piense equivocadamente; el tiempo de sueños de juventud pasó hace mucho.
Pues bien, revisando lo que queda en la memoria me choca la melodía que me motiva hoy; Vicente Fernández Jr., aquella voz extraordinaria del México querido. Y aunque me rebelo ante la nota, busco la inspiración: “Yo se perder, yo se perder, quiero volver, volver, volver”.
Si, yo quisiera muchas cosas. Volver a mi Camagüey querido, disfrutar aquella niñez con mis padres, abuelos y amigos del barrio. Volver al tiempo de mozo enamorado o padre, o abuelo y ahora, Bisa. Volver a los tiempos donde no teníamos que estar encerrados por un enemigo invisible.
Sin embargo, prefiero aprender de aquel tiempo disfrutado y tratar de aplicarlo a mis problemas de hoy, aunque haya quien se burle pensando que uno, después de cierta edad, se vuelve repetitivo.
Nada, sería más tonto tratar de ignorar la realidad que vivimos. Y si esa realidad se prolonga, entonces tenemos, por fuerza, que insistir en nuestros valores y resaltar nuestros principios.
Este año como que se ha convertido en un carnaval frenético. Así por lo menos nos parece. Ya hemos tocado esa tecla antes. Pero (el dichoso pero de Quevedo), yo no trato de simplemente poner pintura de labios a una bruja vieja y pretender que sea la princesa de la fiesta.
Si, yo acepto que he perdido aquella vida un poco romántica y, a lo mejor hasta un poco falsa, de la que había disfrutado tantos años. Es posible que aquellos tiempos de Camagüey o del West Tampa Little League, no hayan sido tan apasionantes como la memoria nos los quiere dibujar. Sin embargo, fueron tiempos especiales que ya marcharon y que yo no me atrevo a catalogar como de que perdí o a los que quiero simplemente volver. Yo no los perdí, los cambié por tiempos mejores.
No fueron tiempos tan repugnantes como los que sufrimos en algunos momentos al contemplar lo que estremece a la nación en los últimos meses. Sentimos como que un odio terrible nos cubre. Odio a todo; nuestra historia, nuestra cultura; a nuestra misma razón de ser.
Rencor por el bienestar o malestar económico, por el color de la piel, por el estar o no enfermo. Pero rencor que socava los pilares de la nación y nos mueve a los actos apasionados y de verdadera locura escondidos tras cualquier pretexto.
Ya hasta las pocas estatuas recordando a Cristóbal Colón, son destruidas. Nada, parece que se quiere volver al tiempo del indio que, a pie (no tenían caballos hasta la llegada de los españoles), se lanzaban por las sabanas a destruir a sus enemigos. No eran santurrones aquellos originales, como no lo eran tampoco los que en África sometían a sus hermanos y los vendían como esclavos a los malditos blancos traficantes.
Nada, que vivimos días en los que aparentemente es lucrativo vivir de la protesta y sin trabajar. Total; para eso servirán lo cupones de alimento y la ayuda económica para cubrir los gastos de vivienda. Es mucho, mucho más fácil buscar una salida a interrumpir el tráfico y tirar piedras, que ir a sudar la espalda en el trabajo. Hay que buscar algo en que entretenerse …. Mientras no sea trabajando.
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Si, yo he aprendido a que algunas veces me toca perder y que, con frecuencia, quiero volver a los tiempos dorados; sin embargo, el hoy que me domina, me lleva ver la realidad de mi entorno.
Esa realidad hoy, incluye hasta el arte caricaturesco que he pagado con mis impuestos en una de las calles principales de mi barrio. Y sí, me refiero al mismo como caricatura, porque si de verdad se hubiera querido honrar al barrio, se hubieran presentado muchas mejores opciones para hacerlo. Pero bueno, allí, en medio de la calle queda lo que yo considero la falta de respeto.
Y no vuelvo hoy con el camagüeyano que sirvió como 1er alcalde de West Tampa; hoy me voy con el oficial Juan Nales de la policía de West Tampa y que fue muerto cuando trataba de llevar a la cárcel al sospechoso de un crimen en 1920.
Toda esa historia es solo eso, algo de nuestra historia. Pero a mí me molesta que se utilice mi dinero en ese tipo de “mural caricaturesco”, y se olviden las realidades de la historia. Ah, y fíjese en que no he vuelto con las aceras y los baches. Hoy, y por respeto, simplemente recuerdo al oficial Juan Nales, uno de esos héroes olvidados de nuestra historia en West Tampa y al que yo rindo honor.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico ‘La Voz Hispana’. Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@aol.com