Por Carlos Sánchez Ortiz
Especial para CENTRO Tampa
“El supremo vicio es la estrechez de espíritu” —Oscar Wilde
Solo por hoy. Felices 24 horas. Muchas veces escuchaba esa frase, cuando iba a los grupos de apoyo de adicciones: narcóticos, alcohólicos y jugadores anónimos. Era como una señal de que debíamos agradecer a la vida, por habernos permitido estar un día limpios de nuestro verdugo mental, las adicciones, que, en mi caso, era a los casinos y a la marihuana.
Cada día sin jugar, para mí era una conquista maravillosa. Valoraba cada segundo, cada minuto, cada hora que no terminaba cayendo en mis compulsiones.
El infierno en la tierra es ser adicto. Es una enfermedad del cerebro que te secuestra. Literalmente quedas preso de sus pensamientos incesantes. Es un acoso que no para, consumiéndote en conductas repetitivas autodestructivas.
A la par con los grupos de apoyo, durante más de 20 años, busqué en los terapeutas consejos para que me ayudarán en mi viacrucis. La verdad es que la mayoría de los especialistas indagaban en temas recurrentes, como copiados de un examen, pero no sentía que entraban en las profundidades de mi psiquis, para ayudarme a encontrar la salida, y enfrentar mi tragedia.
El conflicto de la teoría es que la vida en sí no es académica en su totalidad, y tiende a encasillar como verdad absoluta la información que recibimos. Información que ayuda sin duda, pero no es lo mismo, quien lo vive, a quien lo estudia, porque hay realidades internas, que son difíciles de captar desde la investigación.

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Libro del autor colombiano Carlos Sánchez Ortiz.
Seguramente algunos académicos se rasgarían las vestiduras, frente a mi argumento, pero lo menciono desde lo que viví, pasé por muchas terapias, y algunos expertos, sentía que me daban paños de agua tibia, y no había soluciones contundentes.
La cabeza es un mundo por descubrir, considero que es demasiado complejo descubrir cada realidad, donde hay miles de hipótesis, en torno a lo que sucede en nuestra mente.
Recuerdo algunos psiquiatras que buscaban salidas obvias, a través de los medicamentos, y no entendía por qué no me enseñaban a cuestionar, trabajar en el autoconocimiento, así como ponerle orden y disciplina a mis emociones y pensamientos disociantes.
A la par del dinero que tire en mis vicios, hubo muchísima plata que use, para buscar salidas, a través de profesionales de la salud mental, cursos de apoyo emocional y grupos religiosos de toda índole. Buscaba de manera desesperada, salir de mi infierno a como diera lugar.
Y créanme que aprendí muchísimo, pero eso me dejó muy claro, que los seres humanos tenemos un enorme potencial espiritual, el cual está desperdiciado ante el desconocimiento de lo que significa aprender a hablar con nosotros mismos, a cuestionarnos y resolver a partir del autoconocimiento, las inquietudes que vivimos.
En cuanto a la realidad de los grupos de apoyo son valiosas, aunque les confieso, que para mí tenían ciertos tintes dramáticos, las historias que allí escuchaba, en vez de ayudarme a querer salir, sentía que mi vida era miserable, y estaba condenada a recordar una y otra vez mi enfermedad, como un mecanismo que siento que estos grupos usan, para evitar caer en el vicio.
Los invito a leer mi libro: “Vicio”, una publicación que desnuda la realidad de las adicciones, desde un enfoque humanista, investigativo, testimonial y en donde a partir de lo que viví, doy unas hipótesis en torno a lo que significa ser adicto.
Carlos Sánchez Ortiz es escritor- Mentor de cerebros y conferencista. Para seguirlo Instagram: @desahogateconcarlos; YouTube: Desahógate con Carlos Sánchez o Facebook: @desahogatedespierta