Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Caramba, que vivimos en tiempos convulsionados. Y vuelvo a tocar temas que he tenido que tocar algunas veces en los últimos tiempos. No quiero decir que es como llover sobre lo mojado, o ser repetitivo. La realidad es diaria y a ella no podemos escapar, aunque hayamos estado escondido -recluidos- por unos días en el hospital.
Primero una aclaración. Sí, con el terror del coronavirus, casi cualquier malestar se convierte en algo aterrador. Pues bien, ni sí ni no. Me sentí enfermo (algo casi natural al avanzar en la edad) y con el actual escándalo y la firme dirección de mi esposa, decidí visitar el hospital.
Nunca ha sido eso uno de mis pasatiempos. Al llegar, las sorpresas. Solo y en silla de ruedas; sin acompañante para aguantar la mano o secarnos las lágrimas. Pruebas con extra capacitadas, bellísimas y agradabilísimas enfermeras vestidas como astronautas.
Cortesía y profesionalismo superior, pero (el pero de Quevedo), nada capaz de convencer al que se declara como “Chicken Quevedo”. Ese ritual, adoptado hace años, me permite declararme oficialmente así y me lleva a aceptar lo que el profesional de la salud tenga que hacer reservándome yo el derecho a quejarme, hacer muecas y, de ser necesario, hasta derramar alguna lágrima. Aquello de macho machote que aguanta el dolor, pasó hace años. Después de cirugías y fracturas con el proceso de recuperación dolorosa, llegué a la conclusión de que sí, tengo derecho a sentir el dolor y no tengo necesidad de aparentar lo que no es real. Igual que, a lo mejor, el dolor no es real.
Pruebas y algo de preocupación por los síntomas. Nada, después de tres días el diagnóstico fue de pulmonía. Algo que en otro momento pudiera considerarse serio, y que con los tiros de hoy día se considera relativamente sencillo. Pero, tengo que indicar que durante tres días me hicieron la prueba del coronavirus y no es nada agradable.
Y a todas estas, Chicho como que disfrutando desde los palcos superiores el espectáculo.
El viejo golpeado; la gente protestando, destruyendo y dando oportunidad a los rateros y ladrones a utilizar sus artes; una campaña presidencial que ya comienza con fuegos artificiales. Una economía en proceso de recobrarse con negocios que esperan recuperarse de los golpes sufridos. Quejas por medidas tomadas por las autoridades; que si deben meter a más gente en la cárcel o ser más firmes en imponer la ley y la cordura.
Y ante todo esto, tratar de mantener la estabilidad para aceptar y dar frente a esta situación de locura. Ante esto yo busco la alegría en la celebración de la Fiesta de la Libertad. Un aniversario más del día cuando la gran nación americana celebra su Independencia. Los principios cincelados en aquel documento con ribetes sagrados han dado vida a la antorcha que ilumina al mundo con la luz de la libertad. Hoy, en medio de dificultades, ese faro nos inculca profundamente esa determinación de celebrar el momento.
Nuestra comunidad ha dado ejemplo de la resistencia necesaria que se debe mostrar en momentos difíciles como por los que atravesamos. Somos una comunidad capaz de enfrentar tiempos que pongan a prueba la capacidad de reponerse. Somos capaces de recuperarnos y, sí, podemos mirar al futuro con la seguridad de que tenemos la capacidad de sobreponernos a dificultades pasajeras.
Es verdad que todo lo que ha ocurrido puede llevarnos a nuevos caminos. Hemos probado en numerosas ocasiones el haber sido capaces de dar la cara y salir adelante. Como ese ritual que me permite el derecho a la queja, aceptando la responsabilidad de buscar y tomar las medidas necesarias para alcanzar una solución a los problemas que enfrentamos.
Nos negamos simplemente hoy a ser como Chicho, testigos callados ante la realidad. No podemos simplemente aguantar los golpes de la vida o la sociedad en algún momento que, a la corta o a la larga, será pasajero.
Tenemos derecho a sentir el dolor; tenemos la responsabilidad de buscar una vida mejor; tenemos que mantener el compromiso de ser incansables en ese proceso de ser justos con nuestra sociedad y el deber de contribuir lo que podamos a su mejoramiento.
Serán momentos raros y no fáciles de entender, pero sabemos que no hay necesidad de aparentar lo que no es real. Son días difíciles por ser días que no podemos comprender con facilidad, pero son días que tenemos que enfrentar con la realidad en la mano, no con el sueño de lo que quisiéramos que fuera.
Dar la cara a la situación que tenemos, aunque dolorosa, es nuestra vida. Lo que si tenemos obligación de hacer es aceptar los dolores, aunque tengamos el derecho a la queja y siempre buscar y tratar de hacer mejor nuestro mundo.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico ‘La Voz Hispana’. Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@aol.com