TAMPA — Luis Carlos José Marcano huyó de la pobreza, pero con frecuencia descubría que era discriminado por sus tatuajes. Frengel Reyes esperaba un futuro mejor, pero fue marcado como criminal.
Vinieron buscando nuevas oportunidades, pero fueron deportados. Pensaron que serían enviados de regreso a su país natal, Venezuela. En cambio, los llevaron a una prisión de máxima seguridad en El Salvador.
Marcano y Reyes fueron deportados hace un mes bajo una ley de tiempos de guerra de la que pocos habían oído hablar. Fueron acusados de tener vínculos con una pandilla que el gobierno aún no ha demostrado.
Las deportaciones ocurrieron en medio de una ola de arrestos y órdenes ejecutivas de inmigración drásticas anunciadas por el presidente Trump en los primeros días de su administración. Pero en la prisa por frenar la inmigración a través de políticas aceleradas, las vidas de personas inocentes están siendo alteradas sin un proceso legal adecuado ni una oportunidad para defenderse.
Cientos de miles de venezolanos han dejado su país en los últimos 20 años debido a la inseguridad, la hiperinflación y la crisis política. El régimen del presidente Nicolás Maduro ha silenciado las voces de oposición y ha creado lo que los expertos globales han llamado una crisis humanitaria.
Marcano, de 26 años, llegó a EE. UU. desde Chile después de un largo y peligroso viaje a través de América Latina y México con su novia Angela Leal, de 22, y sus dos hijas, Adelys Isabela, de 3 años, y Krishna Antonella, de 8 años.
La pareja trabajó arduamente para ahorrar $7,000 para el viaje. Recorreron 4,700 millas hasta la frontera de EE. UU. y sobrevivieron a traficantes y otros obstáculos.
La familia cruzó el Darién Gap, una jungla montañosa que se extiende entre Colombia y Panamá. Caminaron durante ocho días, soportando la lluvia y los mosquitos. Fueron extorsionados por una banda de traficantes y liberados después de pagar $900.
La familia ingresó a EE. UU. por la frontera sur en noviembre de 2023, solicitó asilo político y se estableció en un pequeño apartamento en Bradenton. Esperaban que ese estatus fuera permanente algún día.
“Era nuestro sueño venir aquí para nosotros y nuestra familia”, dijo Leal. “Planeamos todo para empezar una nueva vida.”
Pero sus sueños se desmoronaron hace dos meses cuando Marcano recibió una carta en la que se le indicaba que debía presentarse el 5 de febrero en la oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en Tampa, y no el 27 de febrero como estaba previsto originalmente.
Esto no fue por casualidad. Fue parte de lo que vino después.
En la oficina de Tampa, Marcano fue detenido y trasladado en pocas horas al Centro de Detención de Krome en Miami. Posteriormente, fue movido a Texas. El 15 de marzo, Marcano fue deportado a El Salvador.
La prisión de máxima seguridad allí, llamada Centro de Confinamiento del Terrorismo, es una de las más grandes de la región y puede albergar hasta 40,000 personas.
Marcano fue uno de los más de 230 inmigrantes deportados ese día bajo la autoridad de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, una declaración de tiempos de guerra dirigida a los miembros de pandillas venezolanas. La ley solo se ha aplicado tres veces en la historia de EE. UU., según la Associated Press.
Leal dijo que la última llamada telefónica que tuvo con su esposo fue el día que fue deportado. Marcano le dijo que lo enviaban a Venezuela.
“Después de ese día no supimos nada más hasta que nos enteramos de que había sido enviado a El Salvador”, dijo Leal. “Pensé que no podía ser real, pensé que era una pesadilla.”
El esposo de Leal fue confundido con un miembro de Tren de Aragua, una pandilla nacida hace más de 12 años en una prisión en el estado central de Aragua. Las autoridades de EE. UU. creen que ciertos tatuajes están relacionados con este grupo.
Marcano tiene los nombres de sus hijas y de su abuelo tatuados en ambos brazos, junto con una imagen del rostro de Jesucristo en su torso. Pero es el tatuaje de una corona en su pecho, con la frase "One Life", lo que las autoridades de inmigración supuestamente usaron para vincularlo con Tren de Aragua.
Leal dijo que la historia de la corona está lejos de cualquier conexión criminal alegada.
Marcano se hizo el tatuaje de la corona en Venezuela hace ocho años por una novia que tuvo mientras vivía en la Isla Margarita, de donde es originario. Según lo que Marcano le contó a Leal, la novia tenía un tatuaje a juego con la frase "One Love".
“Lo único que Luis Carlos (Marcano) ha hecho en los Estados Unidos es trabajar para mantener a su familia,” dijo Leal.
Marcano nunca había sido acusado de un crimen en EE. UU., según sus registros de inmigración.
Marcano y Leal se conocieron en la ciudad de Concepción, a unos 480 kilómetros al sur de la capital, Santiago, mientras él trabajaba como barbero en una tienda a la que Leal solía llevar a su hermano menor.

Foto cortesía de A. LEAL / Times
Una de las mayores pasiones de Marcano era el béisbol, un deporte que solía jugar en su país natal, Venezuela.
Desde el principio, hubo una fuerte conexión entre ellos, dijo ella.
“Siempre lo conocí como alguien que me cuidaba y trabajaba mucho. Incluso le decía a veces que necesitaba tomar un descanso,” dijo Leal. “Trabajaba siete días a la semana. Pero cuando tenía tiempo, le gustaba ver partidos de béisbol. Esa era su gran pasión.”
Leal dijo que sus dos hijas siempre preguntan por su papá. La mayor, de una relación anterior que Leal tuvo en Chile, sabe que "lo llevaron a una prisión," pero no sabe exactamente dónde ni por qué, dijo Leal. La hija menor piensa que su padre está viajando.
Para mantener a su familia, Leal trabaja en un complejo de apartamentos haciendo mantenimiento y gasta la mayor parte de su modesto ingreso en los $1,200 de alquiler mensual por una habitación que comparte con sus hijas. Extrañan la sonrisa de Marcano, sus abrazos y besos, y la forma en que solía despedirse de cada una de ellas cada mañana.
“Es una situación muy difícil porque estoy sola en este país,” dijo Leal.
En Venezuela, la familia de Marcano y las autoridades locales también han pedido su liberación de la prisión en El Salvador, donde los reclusos solo pueden salir de sus celdas abarrotadas durante 30 minutos al día.
El caso de Reyes no es muy diferente al de Marcano.
Él fue detenido y deportado bajo la misma ley de tiempos de guerra, acusado de vínculos con una pandilla sin pruebas claras, y le hicieron creer que sería enviado a Venezuela.
Reyes, su esposa Liyanara Sánchez, de 36 años, y su hijo de 10 años, Daniel, también arriesgaron sus vidas cruzando el Darién Gap en su camino hacia la frontera sur de EE. UU., donde ingresaron en diciembre de 2023, un mes después de la familia de Marcano.
Reyes fue detenido durante una cita de inmigración el 4 de febrero, el día del cumpleaños de su esposa, y trasladado al centro de detención de Miami. Fue movido a Texas y luego deportado a El Salvador, acusado de afiliación con pandillas sin tatuajes ni pruebas creíbles.
Sánchez dijo que en su última llamada telefónica con su esposo, él le dijo que las autoridades estaban diciendo que se habían aprobado los vuelos a Venezuela.
“Le dije que si ese iba a ser el caso, pronto saldríamos a reunirnos con él,” dijo Sánchez. “¿Por qué? Porque nunca pensamos que algo así nos sucedería. Nada de esto tiene sentido.”
El expediente de inmigración de Reyes también está lleno de errores, dijo Sánchez.
El formulario dice que no tiene antecedentes penales, pero aún afirma que podría estar asociado con el Tren de Aragua. El formulario del Departamento de Seguridad Nacional indica que “el sujeto expresó temor de regresar a México o ‘su’ país de ciudadanía,” usando el pronombre incorrecto. Pero en otra página, el mismo formulario lista su nombre como “Ortiz Morales,” y dice que “no tiene temor de ser devuelto a Venezuela.”
La Oficina de Inmigración y Control de Aduanas no respondió inmediatamente a una solicitud de comentarios del Tampa Bay Times.
Sánchez dijo que su esposo disfrutaba de la vida familiar, su perro y la paz de su hogar. Trabajaba como pintor y cuidaba a Daniel como si fuera su propio hijo.

Foto cortesía de L. SÁNCHEZ / Times
La situación de Reyes en la prisión de máxima seguridad en El Salvador es desconocida, según su familia.
“Era muy estricto con la educación de mi hijo, pero al mismo tiempo era cariñoso y lo animaba a ser un buen estudiante,” dijo Sánchez.
Reyes siempre llegaba a tiempo y se tomaba su trabajo muy en serio, según Sánchez.
“Gracias a su arduo trabajo, siempre teníamos comida en la mesa y pagábamos el alquiler a tiempo. Nunca debimos nada a nadie,” dijo Sánchez.
Meses antes de su arresto, Reyes le compró a Sánchez un auto usado con $4,500 que había ahorrado en un año. Ella lo vendió para pagar una defensa legal que no hizo mucho, dijo ella.
Ahora, Sánchez solo quiere que su esposo sea liberado y regrese con su familia. Llora a menudo, pero sigue adelante.
“Lo necesitamos, y lo queremos con nosotros. Esto nos ha lastimado profundamente a todos,” dijo Sánchez.
Un grupo de organizaciones comunitarias protestará el sábado al mediodía en Cypress Point Park, 5620 W Cypress St., en apoyo a las familias Reyes y Marcano.
Leo González, uno de los organizadores y defensor del Partido por el Socialismo y la Liberación, dijo que el objetivo es exigir justicia.
“Necesitamos alzar la voz,” dijo González. “La verdad tiene que ser conocida.”