TAMPA — Después de amamantar a trillizos, Lisa Medlen deseaba que su cuerpo recuperara el aspecto que tenía antes del embarazo.
Consultó con un cirujano estético sobre realizarse una mastopexia, pero él le recomendó implantes. Nunca mencionó ningún riesgo, asegura ella.
En enero, unos 20 años después de su intervención, Medlen notó que uno de sus senos estaba inflamado y tenía una sensación de “agua dentro.”
Una mamografía reveló casi cinco centímetros de líquido. Una biopsia confirmó la presencia de linfoma —un tipo de cáncer— en el tejido cicatricial alrededor del implante.
Medlen, residente de St. Petersburg, se sometió a una cirugía en febrero para retirar los implantes y el tejido cicatricial. Posteriormente descubrió que su modelo de implante había sido retirado del mercado en 2019 a petición de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) debido a una tasa anormalmente alta de casos de cáncer.
“Fue aterrador”, dijo. “Sigo con el temor de que pueda regresar, porque hay mujeres a quienes les ha reaparecido.”
El tipo de cáncer que le detectaron a Medlen se conoce como linfoma anaplásico de células grandes asociado a implantes mamarios (BIA-ALCL), un riesgo poco frecuente pero reconocido, sobre todo con implantes de superficie texturizada. Esta mujer de 59 años, originaria de Clearwater, fue una de una docena de sobrevivientes que se reunieron en Tampa para exigir la prohibición de implantes similares y mayor información para las mujeres sobre los peligros de estas cirugías.
El encuentro atrajo participantes desde distintas partes del mundo, incluyendo Europa. Fue organizado por Breast Implant Safety Alliance, una entidad sin fines de lucro integrada principalmente por mujeres sobrevivientes. El objetivo era aumentar la presión sobre cirujanos plásticos y oncólogos asistentes a una conferencia sobre seguridad de implantes mamarios en el centro de Tampa.
La organización busca que los profesionales de la salud estén más capacitados sobre este tipo de cáncer, para que haya menos riesgo de que pase desapercibido. También preocupa que muchas pacientes no sepan que los implantes no son permanentes y que, con el tiempo, requieren ser reemplazados, explicó Jennifer Cook, directora de incidencia del grupo.
Cook detectó un bulto en su seno en 2016, seis años después de colocarse implantes. Su cirujano plástico y un radiólogo le aseguraron que se trataba de tejido cicatricial y no había motivo de alarma.
Varios médicos que consultó no conocían ese tipo de cáncer, y tuvo que insistir para obtener autorización para una biopsia. Pasó cerca de un año antes de recibir el diagnóstico. Requirió cirugía y quimioterapia para superar la enfermedad.
“Por eso insisto tanto en la concienciación, porque quiero que las mujeres tengan una oportunidad”, dijo Cook. “Si no reconoces los síntomas y tu médico tampoco sabe que existe, pueden dejarlo avanzar.”
Según la Cleveland Clinic, más de 300,000 cirugías de aumento mamario se realizan cada año en Estados Unidos.
Los fabricantes comenzaron a utilizar implantes texturizados para evitar que se movieran y reducir el riesgo de contractura capsular, una complicación en la que el tejido cicatricial rodea el implante con demasiada firmeza, generando molestias o deformidades.
La FDA informó por primera vez en 2011 sobre el vínculo entre estos implantes y el linfoma, un tipo de cáncer diferente al de mama.
Ocho años más tarde, la agencia federal pidió a Allergan retirar del mercado varios modelos específicos de implantes texturizados que estaban implicados en 481 de los 573 casos registrados en ese momento. Doce de las trece muertes asociadas involucraron implantes de esa marca.
En la actualidad, se han reportado más de 1,700 casos de cáncer vinculado a implantes mamarios en todo el mundo, la mayoría en los últimos años, según el doctor Mark Clemens, profesor de cirugía plástica y vicepresidente asociado del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas en Houston.
El linfoma anaplásico de células grandes se comporta más como un cáncer sanguíneo que como un tumor sólido, explicó Clemens. El diagnóstico puede hacerse extrayendo líquido con una aguja; si el resultado es positivo, se realiza una tomografía para verificar si el cáncer se ha propagado.
Clemens fue uno de los autores de un estudio que analizó los resultados de 52 mujeres con este linfoma tratadas en MD Anderson durante cinco años. Una cuarta parte recibió tratamiento temprano, principalmente con cirugía. Otras llegaron con la enfermedad en etapa IV, con metástasis en médula ósea, hígado e intestinos.
Actualmente existe un protocolo estandarizado para diagnosticar y tratar este tipo de linfoma, con recomendaciones para cirujanos plásticos y patólogos, señaló Clemens. Esta información ya ha sido difundida en revistas médicas de prestigio.
Clemens coincide en que aún queda mucho por hacer.
Contribuyó en un documento técnico de la Asociación Estadounidense de Cirujanos Plásticos que recomendó dejar de usar implantes texturizados.
También aboga por que se haga obligatorio reportar todos los casos nuevos en un registro nacional, ya que actualmente es voluntario.
“Cada caso nos enseña algo nuevo”, afirmó.
En 2021, la FDA exigió a los fabricantes incluir una lista de verificación para los pacientes que detalle los riesgos específicos del implante. También prohibió vender implantes a médicos y clínicas si el cirujano no confirma por escrito, antes de la venta, que esa información fue compartida durante el proceso de consentimiento informado.
Pero eso no ha disuadido a sus pacientes, dijo la doctora Lauren Kuykendall, profesora asistente del Departamento de Cirugía Plástica de la Universidad del Sur de Florida.
Kuykendall, también subdirectora del Departamento de Cirugía Plástica del Hospital General de Tampa, señaló que ya no utiliza implantes texturizados, salvo en casos excepcionales.
Según ella, tanto cirujanos como fabricantes y sociedades médicas están invirtiendo tiempo y recursos en comprender mejor el origen de este tipo de cáncer y en educar a las pacientes.
Sin embargo, la tecnología sigue avanzando. El año pasado, la FDA aprobó implantes nanotexturizados cuya superficie apenas tiene una textura de 4 micras. Para comparar, un cabello humano tiene entre 50 y 70 micras.
“La lista de verificación se basa en datos antiguos”, dijo Kuykendall. “Ese es el problema cuando la ciencia va por detrás de la práctica clínica.”
Breast Implant Safety Alliance fue creada por mujeres que testificaron ante la FDA sobre su experiencia con el cáncer. Hoy también funciona como grupo de apoyo para quienes descubren que sus implantes han sido asociados a la enfermedad.
Emily Haase, madre de Clearwater Beach, encontró el grupo en Facebook luego de recibir su diagnóstico.
Se colocó implantes en 2012 mientras vivía en California, tras haber dado de amamantar a sus dos hijos.
El cirujano plástico le aseguró que eran tan seguros que incluso los usaría en su propia hija. Le dijo que nunca necesitarían ser retirados.
En 2019, notó un sarpullido y un leve aumento en el tamaño de uno de sus senos. Su médico sospechó culebrilla, sin preguntar si tenía implantes.
En 2021, decidió reemplazar sus implantes por unos lisos debido a molestias. Durante la operación, el cirujano encontró una masa negra alrededor del implante viejo. Una biopsia confirmó que era cancerosa.
Ella le atribuye a su cirujano el haberle salvado la vida.
La ansiedad que le provocó el diagnóstico la llevó a consultar a una terapeuta, quien terminó quitándose también sus implantes.
En febrero cumplió tres años libre de cáncer. Aún debe hacerse una mamografía y una resonancia magnética al año. Insiste en que es crucial que se divulgue información precisa sobre los riesgos de los implantes.
“No creo que los implantes sean malos. Tampoco los cirujanos plásticos”, expresó. “Pero si puedo ayudar, pues que se sepa: si tienes implantes texturizados, considera quitártelos.”