TAMPA — La vida de Nancy Hernández ha estado marcada por años de sufrimiento y abuso, pero también por una transformación y cooperación. Hernández creció en un ambiente familiar disfuncional donde el abuso y la violencia fueron una constante.
“Creces con eso, con una baja autoestima, buscando amor donde no hay”, recordó. La ausencia de un padre y una madre abrumada por el trabajo y el sacrificio la llevaron a buscar afecto y atención en los lugares equivocados. Su infancia estuvo llena de privaciones, y fue en su relación con su abusador donde, durante años, sintió su vida desmoronándose sin salida.
El miedo, la inseguridad y la falta de recursos le impidieron ver esperanza hasta que un encuentro con Dios marcó un punto de inflexión en su vida. “Eso cambió mi vida, cambió mi forma de pensar”, dijo, recordando cómo su fe le dio la fuerza para dejar atrás la situación abusiva y violenta que vivió durante 27 años.
Ahora, la comunidad de Tampa ha reconocido a una de sus más incansables defensoras: Hernández, sobreviviente de tráfico humano y violencia doméstica. A través de su fundación "Mujeres Restauradas Por Dios", está marcando la diferencia al ayudar a otras mujeres a escapar de la situación que ella misma vivió.
Hernández ha sido galardonada con el Premio Matilda Martínez García 2025 en el almuerzo de becas de Latinos Unidos, realizado el 6 de mayo en el Hilton Downtown Tampa. Este premio al liderazgo, establecido en 2013 en honor a la difunta Matilda Martínez García, una figura icónica en la comunidad hispana, se les otorga a las personas que han realizado contribuciones excepcionales al bienestar común de la localidad.
El trabajo de Hernández ha sido una luz de esperanza para muchas mujeres afectadas por abuso y explotación. Su historia es un testimonio de resiliencia, sacrificio y un firme compromiso por cambiar el destino de las mujeres que han vivido situaciones similares a las que ella enfrentó.
Un pasado doloroso
“La decisión de cambiar no fue fácil, y eso es lo que generalmente dicen las personas abusadas cuando están atrapadas en una espiral de violencia cíclica que se repite hasta que la víctima se da cuenta de su situación. Pero, muchas veces, no es tan sencillo”, declaró Hernández.
El camino hacia la liberación de tales situaciones no parece simple.
“Cuando estás atrapada en esa situación, no piensas que puedes salir”, explicó, recordando la confusión emocional y psicológica que vivió. La violencia, tanto física como emocional, distorsionó su sentido de identidad. Sin embargo, fue su fe y determinación las que le dieron el coraje para dejar atrás un pasado doloroso lleno de lágrimas y sufrimiento.
“Nunca imaginé que después de haber vivido todo eso, hoy estaría recibiendo este premio”, dijo, viendo cómo su vida pasó de ser un testimonio de dolor a convertirse en una inspiración para otras mujeres que enfrentan circunstancias similares.
“Cuando eres víctima de este tipo de violencia, cualquiera que sea, además de cargar con la pesada cruz del dolor, también eres estigmatizada. Yo sentí y viví el precio de la exclusión y el rechazo, por eso no todo el mundo se atreve a denunciar y dar ese paso para parar y salir”, agregó.
El camino hacia la redención y transformación
El primer paso en su proceso de transformación fue ayudar a otras mujeres atrapadas en situaciones similares a las que ella vivió. Hernández comenzó con pequeños pero significativos gestos.
Su camino hacia la transformación comenzó en la zona de Nebraska Avenue en Tampa, donde empezó a distribuir agua, sándwiches y ropa a mujeres que sabía que estaban siendo explotadas o abusadas.
“Le prometí a Dios que, si él me sanaba, yo trabajaría para él”, recordó.
Lo que comenzó como un acto de solidaridad con las mujeres más vulnerables se convirtió en una misión de vida, que con el tiempo tomó forma como la organización “Mujeres Restauradas por Dios”, que fundó en 2013.
A medida que avanzaba en su misión, Hernández se dio cuenta de que necesitaba ampliar los recursos para las mujeres. Además de ofrecerles comida, la mujer puertorriqueña quería comenzar a brindarles apoyo emocional, legal y médico.
Con los años, la organización ha crecido, y sus servicios ahora incluyen asistencia en vivienda, colocación laboral, apoyo legal, ayuda financiera y orientación sobre salud y bienestar.
“Lo más importante para mí siempre ha sido escuchar a las mujeres, hacerlas sentir que no están solas, ayudarlas en su proceso de recuperar su identidad”, explicó.
En su organización, las mujeres tienen acceso a herramientas que les permiten romper el ciclo de abuso y comenzar de nuevo. Además de los servicios en Tampa, la organización también ha extendido su ayuda a Puerto Rico, especialmente después del devastador Huracán María.
Hernández no dudó en movilizar recursos hacia su tierra natal, mostrando nuevamente su dedicación hacia las personas que sufren en diferentes partes del mundo. La ayuda llega donde más se necesita, y la organización ha enfrentado situaciones de emergencia tanto en Tampa como en Puerto Rico, demostrando la capacidad de su trabajo para expandirse y mostrar solidaridad.
Un compromiso personal
Hernández ha centrado gran parte de su vida en erradicar las causas profundas de la violencia doméstica que afectan a las mujeres en la comunidad hispana. La violencia no solo es física, sino que también se extiende a formas de abuso emocional, psicológico y económico, que son difíciles de identificar y aún más difíciles de confrontar.
“El mayor desafío es que las mujeres no se ven capaces de salir. A veces saben que son víctimas de violencia, otras veces no, pero les cuesta pedir ayuda”, dijo.
Muchas víctimas de abuso se sienten atrapadas debido a la falta de recursos, la dependencia emocional y el miedo al rechazo social.
“Muchas mujeres tienen miedo de perder lo poco que tienen, aunque eso signifique quedarse con el abusador”, explicó. Sin embargo, la mujer puertorriqueña asegura que siempre hay una salida. A través de su trabajo, busca empoderar a las mujeres, ayudándolas a reconocer que merecen vivir una vida libre de violencia.
Uno de los aspectos más desafiantes de la violencia doméstica en la comunidad hispana es el miedo al sistema legal y a las autoridades, lo cual puede estar relacionado con el estatus migratorio, barreras idiomáticas y la falta de conocimiento de los recursos disponibles.
Según cifras de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para 2022, el homicidio fue la segunda causa de muerte entre las personas hispanas y latinas de 15 a 24 años en Estados Unidos, la tercera causa entre las de 25 a 34 años, y la cuarta entre las de 1 a 14 años. La mayoría de los homicidios de mujeres, incluso entre las personas hispanas y latinas, ocurren en el contexto de la violencia de pareja.
Durante el período 2003-2021, se reportaron un total de 24,581 homicidios de personas hispanas y latinas por el Sistema Nacional de Reportes de Muertes Violentas de la CDC, y 17,737 (72.2%) tenían circunstancias conocidas. De los homicidios con circunstancias conocidas, el 13.8% (2,444 de 17,737) estuvieron relacionados con la violencia de pareja.
Sin embargo, el problema va más allá. Existen barreras como el idioma y la desconfianza en pedir ayuda a las autoridades en estos tiempos cuando se han intensificado las medidas contra los inmigrantes.
“Esto puede suceder a personas de todas las razas, géneros, profesiones, edades y estatus sociales. Cuando son personas conocidas o de un estatus social más alto, es aún peor, por el miedo a la opinión pública. He tenido personas en mi fundación de todo tipo de profesiones, desde abogados hasta personas de niveles sociales más humildes. Es un problema que puede afectar a cualquiera; sin embargo, como migrantes, siempre estamos en una posición más vulnerable”, afirmó Hernández.
En este contexto, su trabajo no solo se trata de ofrecer apoyo, sino también de concienciar y educar a la comunidad sobre la violencia de género. “Tenemos que trabajar más con los jóvenes porque la violencia no solo afecta a los adultos, también se perpetúa a través de las generaciones”, dijo, destacando la necesidad de integrar la educación sobre relaciones saludables y respeto mutuo desde una edad temprana. Además, enfatiza que es crucial que las mujeres conozcan sus derechos y los recursos disponibles para ellas, lo que les permitirá tomar decisiones informadas y escapar de situaciones peligrosas.

Fotos cortesía de 3FIGSMEDIA
Recibir el Premio Matilda Martínez García es un momento de reflexión para Hernández, quien ve este honor no solo como un reconocimiento del legado de García, sino también del legado de la comunidad que la apoyó desde los primeros días, cuando necesitaba una mano amiga.
Hernández cree que el trabajo de su organización y el de otras mujeres como ella ha sido esencial para abrir puertas y crear un espacio donde las voces de las víctimas de violencia puedan ser escuchadas y atendidas. A través de su propio trabajo, busca seguir el camino que estas mujeres allanaron, ayudando a más personas a encontrar la fuerza para superar estos traumas y cambiar sus vidas.
“Sé que estoy haciendo lo correcto porque estoy siguiendo el camino que dejó Matilda Martínez García, que no es más que servir a la comunidad”, dijo. Sin embargo, la mujer puertorriqueña sabe que la lucha está lejos de terminar.
“La violencia doméstica y el tráfico humano son problemas profundamente arraigados que afectan a nuestra comunidad, y es una tarea colectiva prevenirlos; requiere la participación activa de todos porque cada vez más personas piden ayuda. Así que aún queda mucho por hacer”, dijo. Insta a la comunidad a prepararse con más información sobre estos temas para aprender a reconocer las señales y banderas rojas.
Hoy, Hernández le dice a su yo del pasado lo orgullosa que se siente por haber escapado de esa situación. Y, tal como lo hizo ella, espera que otras mujeres se vean reflejadas en su historia y que su premio sirva de inspiración para aquellas que deben vivir atrapadas en la sombra del dolor de hogares plagados de violencia doméstica.
“Si yo pude hacerlo, cualquiera puede. Siempre hay una solución, solo se necesita la voluntad para romper el ciclo de violencia. Para mí fueron 27 años, y aquí estoy, dispuesta, con el favor de Dios, para ayudar a las mujeres a brillar nuevamente y recuperar sus vidas”, puntualizó Hernández.