El papa Francisco, el primer pontífice originario de América Latina y figura central en los esfuerzos por acercar la Iglesia católica a los marginados y modernizar su estructura pastoral, falleció este lunes en el Vaticano a los 88 años. La noticia fue confirmada en un breve comunicado por el vocero oficial de la Santa Sede, quien señaló que el pontífice argentino “descansó en paz tras varios días de deterioro progresivo en su estado de salud”.
Nacido como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1936, fue elegido como el papa número 266 de la Iglesia católica el 13 de marzo de 2013, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI. Su elección representó un giro inesperado en la historia eclesiástica: fue el primer papa jesuita, el primero nacido fuera de Europa en más de 1.200 años y el primero procedente del llamado “sur global”.
Durante más de una década, Francisco se convirtió en una de las voces morales más influyentes del mundo, defendiendo con insistencia a los pobres, abogando por el cuidado del medioambiente, condenando los abusos sexuales dentro de la Iglesia y tendiendo puentes con otras religiones. Aunque sus posiciones no estuvieron exentas de controversia —especialmente entre sectores conservadores del catolicismo— su estilo pastoral humilde, directo y compasivo transformó la imagen del papado en pleno siglo XXI.
“Con profundo pesar despedimos a un pastor que amó con autenticidad a su pueblo y luchó por una Iglesia más inclusiva”, expresó el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, en un mensaje leído frente a la Plaza de San Pedro, donde miles de fieles comenzaron a congregarse espontáneamente al conocer la noticia.
Aunque los primeros partes médicos hablaban de una “condición estable” durante los últimos días, fuentes cercanas indicaron que en las últimas horas su estado se agravó. A su lado estuvieron colaboradores cercanos y miembros de la curia que lo acompañaron hasta el último momento. Desde Buenos Aires, la Conferencia Episcopal Argentina emitió un mensaje en el que agradeció “la vida, el testimonio y la entrega incansable del papa Francisco, quien nunca olvidó su tierra natal ni dejó de orar por su gente”.
El presidente Donald Trump, expresó sus condolencias a través de su cuenta oficial. Por su parte, el secretario general de la ONU, António Guterres, destacó el legado del papa y lo describió como “una voz trascendente por la paz".
El pontificado de Francisco estuvo marcado por gestos poderosos y simbólicos. Lavó los pies de presos, incluyendo por primera vez en la historia a mujeres reclusas y, también, a refugiados. Denunció abiertamente la corrupción, pidió perdón en nombre de la Iglesia a las víctimas de abusos sexuales y publicó encíclicas que alertaban acerca de la crisis climática y la desigualdad estructural en el mundo. También reformó las finanzas del Vaticano, reorganizó la curia romana y convocó sínodos que abordaron temas como la Amazonía, la familia, y la inclusión de la mujer en roles más activos dentro de la Iglesia.
Uno de sus momentos más recordados fue el mensaje Urbi et Orbi durante la pandemia de COVID-19, cuando, solo bajo la lluvia en una Plaza de San Pedro vacía, ofreció una bendición extraordinaria al mundo, en un gesto que muchos vieron como símbolo de esperanza en medio del dolor global.
Francisco también fue clave en la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, en 2014, sirviendo como mediador entre los entonces presidentes Barack Obama y Raúl Castro. En América Latina, visitó países como México, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile y Perú, donde su presencia convocó a millones de fieles.
Pese a sus visibles dificultades de salud en los últimos años —incluyendo problemas de movilidad, cirugías y hospitalizaciones recurrentes— el papa insistió en seguir cumpliendo con su misión hasta el último día, apoyado en una fe profunda y una energía espiritual que nunca pareció menguar.
Sus restos serán velados en la Basílica de San Pedro a partir de este martes, y se espera que su funeral tenga lugar a finales de esta semana, con la presencia de jefes de Estado, líderes religiosos y miles de peregrinos de todo el mundo.
El proceso para elegir a su sucesor comenzará tras su entierro, siguiendo el protocolo del cónclave, que reunirá a los cardenales electores del mundo.
Para muchos, el papa Francisco será recordado no solo como un reformista, sino como un líder espiritual que habló de misericordia en tiempos de turbulencia y guerras.
Sus restos serán velados en un ataúd abierto, de acuerdo a su voluntad y rompiendo con la tradición del catafalco y los tres féretros. Su cuerpo será sepultado fuera del Vaticano, en Santa María la Mayor de Roma, por su devoción a la Virgen María, lugar de preferencia de oración para Bergoglio. De hecho, este templo se convirtió en su lugar predilecto para la oración luego de haber sido nombrado como Papa y al concluir cada viaje apostólico.
La última aparición pública del Pontífice fue unas horas antes de fallecer, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, durante las celebraciones por el domingo de Resurrección. Francisco reapareció para impartir la bendición Urbi et Orbi 2025, con notable dificultad para hablar. Su mensaje se centró en los conflictos existentes en el mundo y el desprecio hacia los marginados y migrantes.
"Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes", señaló.
Más temprano, Francisco había recibido en la Casa Santa Marta -lugar en el que residía el pontífice- al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance. La visita, que tomó por sopresa a varios medios internacionales, fue descrita como un encuentro "inesperado" y en el que hubo un intercambio de criterios acerca de temas humanitarios, presos y migrantes, entre otros de actualidad, según informó el Vaticano por medio de un comunicado.