Por Patricia Arbulú
Especial para CENTRO Tampa
Empezare diciendo que, soy parte de muchos padres que fueron bendecidos con el hecho de contar con una hija totalmente distinta a los demás. Como en muchas de las familias no estuve lejos de los prejuicios ni menos de la discriminación en contra de ella. ¿Si me dolió su testimonio? Claro que sí, es mi hija y la amo por sobre todas las cosas.
Los valores adquiridos por ella no variaron desde que se descubrió y como buena guerrera salió a defender esa diferencia que por algún tiempo estuvo guardado en lo más profundo de ella. Yo tenía indicios de ese cambio, sospechaba que algo importante sucedía en su vida y me mantuve pendiente en saber lo que le ocurría hasta que un día, por la noche, se descubrió ante mi curiosidad y mis preguntas sobre su entorno en la escuela.
“Mamá, soy gay”, me dijo. Ante mi asombro y tratando de mantener la calma me explicó lo que sentía. Trate de esclarecer lo que me parecía, creí que era una confusión en ella, pero, fue muy firme en sus deseos que la entendiese ante tamaña revelación. A partir de allí entendí que la vida para mi hija jamás sería fácil, le hice entender que debía prepararse para enfrentar una vida de conveniencias y de discriminación, gracias a Dios todo lo superó por su magnífica personalidad.
No negaré que existieron en mi hija grandes vacíos de depresión y rebeldía, principalmente en su adolescencia, siempre estuve pendiente de que no la fueran a lastimar, en algún momento fui yo la que salió lastimada ante sus reclamos o su comportamiento de joven caprichosa. Hoy es una mujer, es la mayor de mis hijos, nada a sido fácil para ella, todo lo consiguió con lucha y sacrificio porque eso marca el ser diferente ante un mundo lleno de prejuicios.
Juntas hemos pasado prejuicios de orden social y religioso, quien no tenga un hijo o familiar gay jamás podrá entender el cambio radical que experimentamos como padres o hermanos. Cuando llega el tiempo de reconocer la orientación sexual de un hijo o hija es muy complicado y duro que muchos padres nunca quisieran haber asistido. Pasado los momentos de esta develación o sinceramiento, automáticamente, se crea en nosotros un acto de protección.
No hace mucho, una acción violenta en contra de ella me dolió tanto como a mi hija. Una discusión, en un restaurante, con agresión en contra de mi hija termino en nada. La displicencia de la policía ante la denuncia de mi hija me puso a pensar que, aún estando en un país desarrollado, estas acciones se darán. Existen días con sus noches que pienso en ella, solo Dios sabe mi preocupación, ella es la bebé que alumbró mi vida en un momento que más necesitaba de los míos.
Ella es con quien tuvimos las discusiones más fuertes que un padre puede enfrentar a un hijo, en algunas me reprochó y en otras me agradeció. Soy de las que piensa que esta batalla se gana con amor y comprensión. Nadie nace sabiendo todo, el ser gay jamás será una maldición dentro de un hogar, como aún se piensa en otros lugares. Cuando uno las descubre solo nos queda hacerlas fuertes y ayudar a que se preparen para la vida, porque, si ya es dura para un heterosexual, mucho peor es para un gay.
Arbulú es periodista peruana y presentadora de televisión del programa ‘Entre Nos’. Actualmente vive en Los Ángeles. Para escribirle: Patriciaarbulu30@gmail.com