Especial para CENTRO Tampa
Bueno como siempre les digo queridos padres voy iniciando una nueva etapa. Ya he aprendido que es algo normal cuando tenemos hijos. El proceso de crecimiento representa siempre un proceso de aprendizaje tanto para los padres como para los hijos.
Los trillizos están a las puertas de cumplir los tres años y lo que no viví completamente con ellos a los dos años parece que me va a tocar ahora. Le estoy dando la bienvenida a la etapa de las rabietas en la casa, en la calle, en donde sea. Están incontrolables a veces gritan por todo y por nada. Les tengo que confesar que es un poco frustrante. Quizás es porque yo me acomodé al pensar que íbamos bien y de pronto me doy cuenta de que la situación se me va de las manos.
Por ahora sigo buscando una solución. Lo que he aprendido es que no hay nada permanente, ni una acción que pueda tomar constantemente para calmarlos. Lo que me funciona con uno en un momento determinado, no me funciona con el otro o con ese mismo pequeño luego.
Por ahora lo que hecho es volver al principio y tratar de escucharlos, pero mantenerme firme. Lo distinto de este momento que estamos viviendo es que ellos pueden comunicarse mejor. Esa quizás sea la parte más fácil. La parte más difícil es que muchas veces lo que me piden no se los puedo o debo dar.
Por ejemplo, al ser pequeños quieren imitar todo lo que hacemos. Normalmente, en casa todos desayunamos con café, ellos nos ven y es lógico que también quieren café. Pero, aunque yo crecí tomando café con leche no me animo a darles aun esa bebida. Es algo que no le he preguntado a la pediatra, pero que igual no considero que deban tomar tan pequeñitos.
Lo difícil es hacerles entender a ellos que solo la tomarán cuando sean más grandes. Aunque les explico, ellos insisten en que quieren.
La acción que tomo para calmarlos depende del tiempo que tenga y dónde estemos. A veces les explico y les termino diciendo que no, otras veces les digo que eso no se los puedo dar o eso no se hace, pero los trato de convencer de tomar otra cosa similar o hacer algo distinto. Lo dicho, a veces me funciona muchas otras veces no.
Entonces terminan en el suelo gritando. A partir de ahí cambia la estrategia. Puede que los deje gritar un rato para que se desahoguen y al cabo de un rato me acerco a escucharlos y consolarlos. A veces eso no me funciona y después de un rato al que este gritando lo castigo a irse a sentar apartado del grupo. Le explico que no es justo para el resto tener que escucharlo gritar por gusto y les digo que me avisen cuando se les pase.
Esa es la última acción que tomo y la mayoría de las veces me funciona. Lo bueno es que ahora como los pequeños ya saben solo tengo que decirles que los voy a sentar aparte y casi siempre enseguida me responde que están bien. Son estrategias que uno se va creando para poder calmarlos.
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Évora es periodista cubana y puede seguirla en Instagram: @Lizzevora