Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Caramba, toda la locura cobra su precio en el estímulo para - inclusive-, movernos. Aparecen excusas hasta para contestar el teléfono. Como que no podemos vivir como se vivía el año pasado, tenemos que aprender a vivir con estas nuevas restricciones. Y tenemos que reconocer que podría ser mucho peor. Mucho más limitado, mucho más aburrido en el correr diario de la vida.
Esto nos lleva a recordar un poco de nuestra historia aquí en esta querida Tampa. Y que no aparezca uno que se equivoque; el Dr. Emiliano Salcines es a quien yo solo reconozco como conocedor de esta historia. Sabe lo que digo y lo entiende. Lo he dicho antes. Y si yo me repito, que me perdone Dios y me lo permita mi Directora.
A veces el trabajo diario nos impide reflexionar sobre ese pasado del que tenemos tanto derecho a sentirnos orgullosos. No llegamos ayer a estas costas. No hemos venido simplemente a incorporarnos o aprovechar en esta sociedad. Nosotros podemos cantar con orgullo que seguimos una historia que otros no pueden siquiera entender. Aunque esa historia sea algo confusa y no fácil de conocer.
Tampa, “Astilla de Fuego”, en referencia a las descargas eléctricas de nuestro verano, es una palabra española de etimología Calusa, tribu que vivió en la actual bahía de Tampa. Ya en 1528 -supuestamente el 15 de abril-, Pánfilo de Narváez llega con la intención explorar y, a lo mejor, fundar una colonia que no alcanzó a establecer. Hernando de Escalante Fontaneda en 1575, menciona Tanpa (con n) y la describió como una importante villa de los indios Calusa.
La historia indica que el primero de mayo de 1528 Narváez divide sus fuerzas, enviando a unas por mar y otras por tierra con la esperanza de llegar al puesto de avanzada del Imperio Español en México. En julio de 1536, cerca de Culiacán, en la actual Sinaloa, solo Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Estevanico, un esclavo moro, se encuentran con sus compañeros españoles. Su ruta precisa ha sido difícil de determinar por los historiadores, pero parece que caminaron a través de la actual Texas, tal vez en Nuevo México, Arizona y algunas de las provincias del norte de México. Todo esto más de medio siglo antes de que los exploradores ingleses, en 1607, llegaran a Jamestown en lo que hoy es Virginia. Fueron ocho años caminando por estas tierras siguiendo el Golfo de Méjico …. mucho antes de la llegada del Mayflower.
La historia la escribe casi cualquiera, aunque sea un poco falseada o que a algunos otros no nos importe mucho reafirmar nuestra verdad por simple pereza.
De aquella historia creo que lo único que nos queda es una pequeña y semi olvidada placa que se develó hace casi medio siglo en el malecón de nuestra ciudad y otra en la entrada a Harbour Island donde se menciona a Cabeza de Vaca.
Pero bueno (el pero de Quevedo con agregado), lo mismo ha sucedido con el resto de nuestra historia. Algo se conoce del querido barrio de Ybor y se han hecho algunos esfuerzos por mantener su historia. A lo mejor para poder dar algún colorido al proceso de renacimiento comercial y servir de muleta al negocio.
Lo cierto es que el bendito Chicho sigue esperando que alguien tome en serio la historia de nuestro West Tampa que ha sido muy extensa y profunda.
Ya he comentado en otras ocasiones sobre Fernando Figueredo, el camagüeyano nacido en 1846 primer alcalde de la nueva ciudad y veterano mambí. En 1895 es electo Alcalde, pero Figueredo considera que no debía servir y el Gobernador Henry L Mitchell le responde que su labor por la patria natal daba honra a su posición de Alcalde en esta ciudad. Se sabe que, por lo menos en dos ocasiones, José Martí visita a Figueredo en esta nuestra ciudad de West Tampa.
Aquí encuentra también refugio Doña Leonor Pérez de Martí quien viajó en el Olivette en 1898 acompañada de su hija Leonor (La Chata) y del nieto Alfredo García Martí.
Es larga esa historia que ha dejado huellas profundas en nuestra ciudad. Desde aquellos conquistadores que en estas tierras caminaron por primera vez hasta los que hoy llegamos buscando un futuro con libertad.
Hay que ser agradecidos y, como parte de ese agradecimiento, tenemos la obligación de no olvidar a los que nos han precedido. Desde aquellos que por primera vez tocaron tierra de la hoy nuestra nación, hasta los que aprendieron de sus antepasados y han hecho posible que nuestra ciudad tenga todavía vivas esas profundas raíces.