Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Bien amigos, y ya como que el almanaque nos da señal de que estamos en esos días tan bellos y especiales que marcan la fecha cuando el mundo cristiano se une para celebrar el nacimiento en un pesebre de Belén, del Hijo de Dios que viene a salvar al mundo.
Ha llegado Navidad La familia alegre está Celebrando Nochebuena En la paz del santo hogar.
Si, ya damos la bienvenida al Salvador cuando José y María encontraron resguardo en un sencillo establo y en la tradición, bajo el árbol de Navidad, ponemos ese humilde pesebre con La Virgen, San José, los animales que le rodean y, en caravana, los tres Reyes que vienen a rendir homenaje al Niño Dios.
Son fechas que nos transportan a la infancia. A aquellos días cuando todavía como que nos creíamos y no éramos. Como pasar “de niña a mujer”, como cantaba Julio Iglesias.
Tradiciones que nos llevan a una mesa cargada de frescos alimentos. En nuestra tradición, el lechón asado; en vara los de antes y en la panadería o el horno los de ahora. Si, como negarlo, tuvimos en la casa celebraciones de esa fecha que comenzaban el día anterior. Había -y esto se hizo-, que comprar el animal, irlo a buscar. Siempre había alguien del grupo que se encargaba del trabajo de dar muerte y limpiar. Y siempre había corredera. No era fácil atraparlo y el guajiro, cerca de Brandon se deleitaba vernos en el fango y con problemas.
Luego, con una fogata protegida, la larga tarea de asar el puerquito. Si, acompañados por algún “traguito” para festejar el día y, muchas veces, para alejar un frío endemoniado en el patio de la casa. Los amigos llegaban y todos daban una opinión algo distinta. Hay que dar más candela, hay que subir el animal para que no se queme, hay que proteger la candela del viento fuerte, hay que dar una mano a Caruca con los frijoles y el arroz….
Ya los regalos estaban comprados y “escondidos” para que el día de Navidad los niños pudieran disfrutar de los regalitos que había dejado aquel viejo gordo, de larga barba blanca y traje rojo que visitaba todas las casas esa noche con su eterna y sonora risa Ho Ho Ho.
Y como nuestra tradición incluía también el viaje largo de los tres Reyes, esa noche inolvidable de Noche Buena; el Día de Navidad y la alegría de los niños se prolongaba hasta que aquellos que venían a traer regalos al Niño Dios, hubieran llegado. Y había que dejar algo para que los reyes y los camellos pudieran seguir su jornada.
Es tiempo de familia. Es tiempo de celebración, es tiempo de volver a ser niño. Es tiempo de ilusión. Es tiempo de rendirnos ante el que viene al mundo para ofrecer su vida por nuestra salvación.
Es tiempo también de revisar nuestras vidas y decidir si hemos o no cumplido con nosotros mismos. Es tiempo, no de juzgar, pero (el pero de Quevedo), de ver si de verdad hemos sido capaces de seguir esa línea que todos los años nos trazamos en la vida con la familia; hijos, nietos y bisnietos.
Es tiempo también de recordar a los que no pueden hoy disfrutar de la vida que nosotros tenemos. Aquellos que no cuentan con el caudal para tener una cena navideña como nosotros podemos disfrutar. Nuestros hermanos que hoy siguen esperando porque un día esa estrella de paz también les ilumine y que les llegue el regalo de la libertad.
Sí, estas fiestas navideñas son fiestas del alma. Son fiestas que nos llevan a cantar, a recordar y a prepararnos a enfrentar la vida en el futuro. Son fiestas que calan profundo. Son fiestas que nos mueven porque como que nos obligan a ser mejores.
Hoy celebramos el nacimiento del Niño Dios. Hoy nos preparamos para el mañana que nos toca. Hoy vemos a nuestra familia, a nuestros amigos y a todo lo que nos rodea con la seguridad de que Él ha nacido para darnos esperanza y salvarnos.
Es la celebración de la noche de paz, la noche de amor, cuando los pastores llegaron a adorar en su pesebre al que vino a traernos el regalo del amor. Si, yo me sumo al canto para perfumar el aire de navidad.
Y revienta la parranda Perfumando el aire de la navidad Cantan los aguinalderos Con voces alegres su mejor cantar Cantan los aguinalderos Con voces alegres su mejor cantar.
Hoy solo podemos elevar nuestras oraciones de felicitación por esta fecha y unirnos a los Reyes y los pastores que andan siguiendo una estrella y le cantan a Jesús Niño, hijo de la Virgen Bella.
Quevedo es periodista cubano. Trabajó en radio, televisión y tuvo su propio periódico ‘La Voz Hispana’. Para comunicarse con Quevedo: marioquevedo1@aol.com