Tampa Bay Times
Traducción para CENTRO Tampa por Myriam Silva-Warren
Las nubes de polvo, mezcladas con plomo, soplan a través de la fábrica como una tormenta de arena. El veneno es tan denso en el aire que a veces lo único visible es el cálido resplandor anaranjado del horno.
Los trabajadores, cientos de ellos, sudan durante turnos de 12 horas en Gopher Resource, en Tampa. Ellos extraen el plomo de las baterías usadas de los coches, lo funden y lo convierten en bloques de metal para revenderlo.
Eric Autery, de 43 años, llegó a la planta en el verano de 2017 buscando un nuevo comienzo. Veterano del ejército de Virginia, esquivó balas y explosiones de minas en Afganistán e Irak, pero se enfrentó a nuevos peligros dentro de la única fundición de plomo de Florida.
Él trabajaba en el departamento de hornos, quitando las impurezas de la parte superior del plomo fundido y brillante. Se movía con rapidez en medio de un calor sofocante contra una niebla constante de humo. Sentía cómo el respirador se deslizaba por su cara y el sello se separaba debido a su sudor acumulado. Olía el hedor metálico, como a monedas viejas.
Su tez se volvió gris. Su cuerpo se sentía pesado. Le palpitaba la cabeza.
El nivel de plomo en su sangre se disparó semanas después de empezar. Los compañeros de trabajo y los supervisores le decían que tenía que lavarse mejor antes de los descansos o después de su turno.
Pero el veneno estaba destinado a entrar en su cuerpo. La cantidad de plomo en el aire era siete veces superior al que podía soportar el respirador de la empresa.
Autery es uno de los cientos de trabajadores de Gopher que han estado expuestos a cantidades extremas de plomo.
Lo han inhalado, se han quemado con él, se han cubierto de él.
Y nadie ha detenido este desastre.
Los periodistas del Tampa Bay Times han pasado 18 meses examinando miles de páginas de informes normativos y documentos de la empresa, incluidos los datos de seguimiento de la cantidad de plomo en el aire y en la sangre de los trabajadores. Entrevistaron a más de 80 trabajadores entre actuales y antiguos, 20 de los cuales compartieron sus historiales médicos.
Las siguientes conclusiones de la investigación se detallarán en una serie de artículos :
- Gopher expuso a los trabajadores durante años a niveles de plomo en el aire cientos de veces superiores al límite federal. En ocasiones, la concentración se consideraba potencialmente mortal. Los trabajadores describieron tareas habituales que les dejaban cubiertos de polvo, como si hubieran sido sumergidos en azúcar en polvo.
- Ocho de cada 10 trabajadores de 2014 a 2018 tenían suficiente plomo en la sangre para ponerlos en riesgo de aumento de la presión arterial, disfunción renal o enfermedad cardiovascular. En los últimos cinco años, al menos 14 trabajadores han sufrido ataques cardíacos o derrames cerebrales, algunos después de trabajar en las zonas más contaminadas de la planta. Un empleado pasó más de tres décadas cerca del veneno antes de morir de enfermedad cardíaca y renal a los 56 años.
- -Gopher sabía que su fábrica tenía demasiado polvo de plomo, pero la empresa desactivó los dispositivos de ventilación que capturaban los humos y actuó con lentitud para arreglar los sistemas mecánicos defectuosos. Los trabajadores quedaron vulnerables, usando respiradores que no podían protegerlos cuando los niveles de veneno se disparaban. En 2019, un empleado se enfrentó a una concentración de plomo en el aire 15 veces superior a la que podía proteger su respirador.
- Las normas federales exigían que Gopher realizara revisiones periódicas, pero el médico contratado por la empresa no informó a los trabajadores de que sus niveles de plomo en sangre los ponían en peligro. Cuando los empleados tenían problemas de salud que podían relacionarse con la exposición al plomo, les autorizaba a trabajar.
- Gopher recompensaba a los empleados con primas si mantenían baja la cantidad de plomo en la sangre y castigaba a los que no podían, una práctica que alarmó a los expertos médicos y a los especialistas en ética. Los trabajadores tomaron medidas desesperadas para eliminar los metales de sus cuerpos, incluso sometiéndose a peligrosos procedimientos médicos. En los casos más extremos, algunos donaron sangre contaminada.
- El polvo de la planta ha sido la causa sospechosa de la exposición al plomo de al menos 16 niños, hijos e hijas de empleados que, sin saberlo, llevaban el veneno a casa en sus coches o en las suelas de sus zapatos. Una niña dio un resultado tan alto en cuanto a la neurotoxina que su pediatra recomendó que se la controlara semanalmente.
- Los reguladores de la Administración Federal de Seguridad y Salud Ocupacional no han inspeccionado la fábrica en busca de contaminación por plomo desde 2014 y no detectaron problemas críticos en visitas anteriores. Incluso cuando los altos funcionarios regionales de seguridad ordenaron un aumento de las inspecciones de las empresas de plomo en todo el sureste estadounidense, nadie vino al único lugar en Florida que produce el metal.
Los responsables de la empresa no quisieron conceder una entrevista. El director de operaciones de Gopher, Eric Robinson, respondió a algunas preguntas por escrito al Tampa Bay Times.
Afirmó que Gopher ha reducido a la mitad los niveles medios de plomo en sangre de sus empleados desde que adquirió la planta en 2006 y que ha invertido 140 millones de dólares para que la fábrica sea más segura. También dijo que la empresa dedica miles de horas al año a la formación en seguridad.
“Nuestra gente y las comunidades a las que servimos son la parte más importante de nuestro trabajo, y por eso nuestro principal valor es proteger a las personas y a las comunidades”, dijo Robinson. “Hacemos todo lo posible por mantener la seguridad de nuestros empleados”.
En la última década, más de un tercio de las fábricas de reciclaje de baterías de plomo de Estados Unidos han dejado de funcionar, incluida una en Carolina del Sur que cerró esta semana. Sólo quedan 10 fábricas de este tipo. Gopher Resource, con sede en Minnesota, es propietaria de dos de ellas.
La empresa, fundada hace 75 años, genera cientos de millones de ingresos anuales, según un analista financiero. Entre sus clientes se encuentran el ejército estadounidense, fabricantes de baterías y proveedores de munición.
Más de 300 personas trabajan en la sede de Tampa. Muchos son negros o inmigrantes. Algunos llegaron a la planta sin diploma o directamente desde la escuela secundaria, otros al reiniciar sus vidas después de haber sido arrestados o haber estado en prisión.
El trabajo ofrecía unos 20 dólares por hora con considerables bonificaciones, más dinero del que algunos trabajadores creían que sus circunstancias les permitirían tener.
La fábrica está a unas 6 millas al este del downtown de Tampa, junto a un patio de ferrocarril de CSX y a media milla de la Escuela Primaria Kenly. Sus chimeneas se elevan por encima de la comunidad de pequeñas casas residenciales, talleres de reparación de automóviles y lugares de culto.
Gopher presume de una fabricación ecológica que ayuda a evitar que 13 millones de baterías vayan a parar a los vertederos cada año. Pero en la última década, la planta ha sido una razón clave por la que Hillsborough ha tenido más casos de intoxicación por plomo en adultos que cualquier otro condado de Florida, según los informes del departamento de salud.
Desde 2010, el condado ha registrado más de 2,400 casos de envenenamiento por plomo entre niños y adultos, superando incluso al condado de Miami-Dade, que tiene casi el doble de residentes.
El plomo causa estragos en casi todos los sistemas del cuerpo. Los efectos sobre la salud son tan amplios que pueden achacarse por completo a otras causas.
Los trabajadores de Gopher no tienen una forma definitiva de identificar si alguno de sus problemas de salud fue causado por el plomo. Pero muchas afecciones médicas podrían empeorar por la exposición repetida y prolongada, especialmente a los niveles encontrados dentro de la planta.
Diez expertos médicos e industriales dijeron al Tampa Bay Times que Gopher necesitaba claramente reducir los niveles de contaminación, algunos tan altos que sólo se ven en los países en vía de desarrollo.
La Dra. Ana Navas-Acien, experta en toxicidad de metales pesados de la Universidad de Columbia, calificó la exposición de los trabajadores de Gopher de “totalmente inaceptable”.
***
En el interior de la fábrica, la sola visión del polvo puede resultar inquietante.
Autery, veterano del ejército, pasó algo más de un año en Gopher. Recuerda la primera vez que entró.
“¿Qué es todo este polvo que hay en el suelo?” preguntó Autery al trabajador que le enseñó las instalaciones.
Partículas de plomo.
“¿Qué?” respondió Autery. “¿Esto no es tierra?”
No, es plomo.
Dentro de la tormenta de polvo
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Eric Autery vio como aumentaban sus niveles de plomo en su sangre poco después de comenzar a trabajar en Gopher. Foto: MARTHA ASENCIO-RHINE | CENTRO Tampa
La producción funciona día y noche. Decenas de trabajadores fichan a las 7 de la mañana o a las 7 de la tarde. Una maraña de tuberías, mangueras que silban y cintas transportadoras que tintinean les espera en medio de un calor abrasador.
Introducen las baterías de coche usadas en una maquinaria que las aplasta, drena el ácido y separa el plomo de las carcasas de plástico. El plomo se recoge con camiones de carga y se introduce en hornos que arden a unos 1,500 grados. Allí el metal se licúa.
No es raro que el agua entre en contacto con el plomo líquido, desencadenando violentas explosiones que hacen volar el metal fundido. Las cicatrices provocadas por las salpicaduras de plomo son tan comunes que los trabajadores se refieren a ellas como “tatuajes” y las consideran un rito de paso.
El plomo se desliza por toboganes hasta llegar a las calderas, donde brilla como lava en la oscura refinería. Los trabajadores lo rocían con productos químicos para purificarlo y luego lo vierten en moldes, marcados con el nombre de la empresa.
La mayor parte de la fábrica no tiene aire acondicionado y los hornos rara vez se apagan. Los bomberos han atendido a trabajadores sobreexpuestos a productos químicos y a otros que estaban mareados, con dificultades para respirar o deshidratados.
Algunos salieron de la planta en camilla, mientras su corazón se aceleraba o su conciencia se desvanecía.
El corazón de Kevin Lewis latía tan fuerte y rápido mientras trabajaba en el departamento de hornos, que el joven de 26 años no podía recuperar el aliento. Fue trasladado en ambulancia.

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Kevin Lewis, un ex trabajador de hornos en la fábrica Gopher, salió en una ambulancia después de que su corazón comenzara a latir con demasiada fuerza. Foto: MARTHA ASENCIO-RHINE | CENTRO Tampa
Larry Wheeler se desorientó y se desmayó mientras trabajaba en una de las zonas más polvorientas de la planta. Una ambulancia trasladó al hombre de 39 años al hospital, donde el personal médico le dijo que limitara su exposición al plomo.
James Pitts, de 49 años, se desmayó con un ritmo cardíaco errático cuando salía de los vestuarios para empezar su turno de mantenimiento. Fue trasladado por los paramédicos al hospital.
Robinson, el directivo de los Gopher, se negó a responder a las preguntas sobre las exposiciones o lesiones específicas de los trabajadores, citando las leyes de privacidad sanitaria.
Los tres hombres tenían antecedentes de niveles elevados de plomo en sus cuerpos mientras trabajaban en Gopher.
Los venenos están por todas partes dentro de la fábrica, incluyendo el dióxido de azufre, y el cadmio y el arsénico, que son cancerígenos.
El plomo es el más frecuente.
Las normas de la OSHA exigen que las empresas midan la cantidad de plomo en el aire conectando monitores a los trabajadores.
Las normas limitan la exposición de los trabajadores a una media de 50 microgramos de plomo por metro cúbico de aire en un turno de ocho horas. Esto equivale aproximadamente a un montón de polvo de plomo de 1 milímetro de ancho, largo y alto. Más o menos del tamaño de la punta de un bolígrafo.
En la fábrica, el polvo infundido de plomo cubre los suelos de concreto. Se amontona en las esquinas y recubre las cabinas de las carretillas elevadoras y los camiones de carga. Algunas zonas están tan polvorientas y oscuras que parecen las secuelas grises de una bomba.
La empresa construyó una nueva planta en la propiedad en 2012 y anunció que cuadruplicaría la producción al tiempo que operaría de forma más segura. Se suponía que un sofisticado sistema de ventilación capturaría el peligroso polvo. Pero no ha funcionado correctamente, según entrevistas y estudios internos de 2012, 2013 y 2017.
Como resultado, el plomo en el aire de la planta ha estado rutinariamente cientos de veces por encima del límite federal, muestran los informes de laboratorio.
El Times obtuvo y analizó más de 300 muestras de aire recogidas por la empresa a partir de monitores colocados a los trabajadores desde 2007 hasta 2019. Los niveles de plomo superaron la capacidad de protección de los respiradores emitidos a la mayoría de los trabajadores el 16 por ciento del tiempo en toda la planta y el 26 por ciento del tiempo en el departamento de hornos.
Los responsables de Gopher sabían que se podían conseguir cifras más bajas. Solo tenían que buscar en su otra planta en Eagan, Minnesota.
Los empleados de Tampa que viajaban a Eagan para asistir a reuniones o sesiones de formación quedaban sorprendidos por lo que veían. Los suelos estaban tan limpios, bromeaban, que se podía comer en ellos.
De 2013 a 2014, la lectura media de plomo en el aire en el departamento de hornos de Tampa fue seis veces superior a la de Eagan, según los datos presentados a los reguladores de Minnesota y otros registros de la empresa.
La lectura más alta en el aire de la fábrica de Eagan fue de 2,537 microgramos de plomo por metro cúbico. Eso es decenas de veces superior al límite federal, pero no se acerca a la lectura más alta de Tampa. En Tampa, fue de 78,729 - o más de 1,500 veces el límite federal.
En junio de 2014, un empleado de Tampa estuvo expuesto a 172,655 microgramos de plomo por metro cúbico mientras trabajaba en la cámara de filtros, donde el polvo se dirige desde otras partes de la planta. Al año siguiente, un monitor de aire registró una concentración de plomo superior a 200,000.
Esas lecturas estaban muy por encima del nivel que los funcionarios federales consideran potencialmente mortal.
Un vídeo tomado por un trabajador de la cámara de filtros de aire en 2014 mostraba el polvo que salía por una tubería, una nube gris-marrón que pintaba una neblina en el espacio de trabajo. El equipo zumbaba y silbaba mientras los trabajadores conducían pequeñas carretillas elevadoras, sin parabrisas.
Los trabajadores describieron cómo detenían sus carretillas de carga en algunas partes de la planta porque había demasiado polvo para ver. Intentaron limpiar el suelo con escobas y palas, pero sólo consiguieron arrojar más polvo al aire.
Al final de algunos turnos, el polvo venenoso se pegaba a su piel sudorosa como si fuera arena.
Un veneno frecuente
Gopher ha infringido repetidamente las normas de la OSHA sobre los niveles de plomo en el aire y los respiradores. Pero en los últimos años la empresa no ha superado las normas de la agencia federal sobre la cantidad máxima de plomo permitida dentro del cuerpo de un trabajador.
Esto se debe a que la OSHA permite que los trabajadores tengan hasta 60 microgramos de plomo por decilitro de sangre, una cifra establecida hace 42 años. Muchos funcionarios de salud dicen que la norma de la OSHA no está en contacto con la ciencia moderna, que durante décadas ha establecido los efectos del plomo en la salud a niveles mucho más bajos.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades afirman que los niveles de plomo en sangre a partir de 5 microgramos por decilitro se consideran elevados. Pero las autoridades sanitarias han reconocido que los daños causados por el plomo, como la disfunción renal, pueden producirse incluso por debajo de esa cantidad.
El Times obtuvo y analizó los análisis de plomo en sangre de más de 500 empleados de Gopher entre 2014 y 2018. Casi todos los trabajadores estuvieron expuestos a una cantidad suficiente del metal tóxico como para correr el riesgo de sufrir graves problemas de salud.
Nueve de cada 10 trabajadores tenían un promedio de niveles de plomo en la sangre superior a 5 microgramos por decilitro.
Ocho de cada 10 trabajadores presentaban niveles medios que los ponían en riesgo de sufrir un aumento de la presión arterial, lesiones renales o enfermedades cardiovasculares.
En algunas de las zonas más polvorientas de la planta, los trabajadores tenían la mayor cantidad de metal en la sangre: Cuatro de cada 10 trabajadores del horno promediaron un nivel de plomo en sangre de al menos 20 microgramos por decilitro entre 2014 y 2016. Eso es el cuádruple del nivel que los CDC consideran elevado.
El plomo no permanece mucho tiempo en la sangre. Parte del metal se excreta en la orina o se deposita en los tejidos. El resto es confundido por el cuerpo con el calcio y absorbido por el esqueleto.
Una sola exposición a cantidades bajas o moderadas de plomo puede no causar daños duraderos. Pero la exposición crónica se agrava con el tiempo y puede provocar efectos irreversibles en la salud.
El plomo se acumula en depósitos óseos cada vez más grandes, creando un banco de veneno que puede volver a entrar en el torrente sanguíneo y atacar los órganos del cuerpo durante décadas.
El Times compartió sus conclusiones con 10 expertos médicos. Todos ellos afirmaron que los trabajadores de la planta tenían niveles de plomo en sangre lo suficientemente altos como para sufrir consecuencias para la salud a corto y largo plazo. Añadieron que la exposición al plomo podía exacerbar problemas como la hipertensión o la disminución de la función renal.
Es difícil demostrar que una dolencia específica fue causada únicamente por la exposición al plomo. Las enfermedades suelen desarrollarse debido a una combinación de factores de riesgo, como la edad, la genética o el estilo de vida.
El Times revisó los historiales médicos de 16 antiguos trabajadores, que pasaron entre un año y 33 años en la planta y la abandonaron en la última década. Siete tenían al menos un resultado de laboratorio que indicaba un posible daño renal. Once se sometieron a análisis de sangre justo antes de ser contratados, y los once vieron aumentar la cantidad de metal en su sangre a las pocas semanas de empezar a trabajar en la fábrica.
En toda la planta, al menos 14 trabajadores actuales y antiguos sufrieron infartos, paros cardíacos o derrames cerebrales en los últimos cinco años, según las entrevistas y los historiales médicos. Todos eran menores de 60 años. Tres, como Ric Hattan, tenían menos de 45 años.
Es raro tener un ataque al corazón a la edad de Hattan. Menos del 1% de las personas menores de 45 años han tenido uno, según datos federales.
Hattan, antiguo trabajador de mantenimiento, tenía unos niveles de plomo en sangre que rondaban la adolescencia. Describió haber sufrido dos infartos a principios de los 40, lo que le hizo tener tanto miedo de estresar su corazón que dudaba en coger a su hijo de 3 años.
“Soy demasiado joven para tener un ataque al corazón”, recordaba que había pensado Hattan. “Soy demasiado fuerte”.
Desmantelamiento

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Prospere Dumeus, un inmigrante de Haití, trabajó por 32 años en la planta. Murió en febrero por múltiples complicaciones que podían estar ligadas al contacto con el plomo.
Prospere Dumeus empezó a trabajar en la fábrica en otoño de 1985. Era entonces una pequeña fundición de plomo de propiedad familiar llamada Gulf Coast Lead. Tenía 23 años, acababa de llegar a Florida desde Haití y estaba asignado al departamento de hornos.
La antigua fábrica no estaba totalmente cerrada. La brisa recorría la zona de trabajo, refrescando a los trabajadores y expulsando el polvo de plomo al exterior. La planta tenía un solo horno y producía una fracción del metal que produce hoy. Los trabajadores se quitaban los respiradores para hablar. Comían y fumaban cigarrillos junto al horno.
La educación formal de Dumeus había terminado en la escuela primaria, pero con el paso de los años, construyó un vasto conocimiento de la maquinaria y sus peculiaridades. Cuando algo iba mal, Dumeus podía diagnosticar los problemas mejor que muchos mecánicos, recordaban sus compañeros.
Algunos peligros eran evidentes. Una explosión salpicó de plomo fundido a Dumeus en otoño de 1999, quemándole la pierna y el ojo izquierdos. En 2006, el plomo líquido caliente se deslizó en su bota y le quemó el pie.
Las quemaduras preocupaban a la hermana de Dumeus, Madelaine. Le imploró a su hermano que lo dejara.
“Te lo digo”, le dijo a su hermano. “Este trabajo te está matando”.
Pero a él le encantaba estar allí. Hablaba de ello con la misma adoración que de las partidas de dominó en el parque, los viajes de pesca y las canciones de Bob Marley. Se compró una casa de estilo cottage a la sombra de gruesas palmeras a menos de un kilómetro de la planta.
Sin embargo, cuanto más tiempo trabajaba Dumeus cerca del plomo, más se estropeaba su cuerpo. Los historiales médicos y las pruebas de laboratorio de finales de los 90 muestran que Dumeus tenía constantemente niveles de plomo en sangre cinco, seis, siete e incluso ocho veces superiores a los que se consideran ahora.
Sus problemas cardíacos empezaron en esa época, según un formulario médico que forma parte de su historial. Tenía más de 30 años.
Durante la década siguiente, se sometió a cirugías de bypass y de sustitución de válvulas. Desarrolló úlceras en las piernas y coágulos de sangre. Su corazón se esforzaba al latir.
Varios factores ponían a Dumeus en riesgo de sufrir problemas cardíacos: hipertensión, tabaquismo y demasiadas grasas en la sangre. Se le diagnosticó una enfermedad arterial coronaria, la afección cardíaca más común en Estados Unidos.
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Madelaine Dumeus le rogó a su hermano Prospere que dejara su trabajo en Gopher. Πrospere murió en febrero de 2019 de múltiples dolencias, y los médicos dicen que la exposición al plomo probablemente contribuyó a sus problemas de salud. Foto: OCTAVI...
También es la forma de enfermedad cardíaca más comúnmente asociada a la exposición al plomo. La investigación médica ha relacionado el plomo con los efectos cardiovasculares en personas con niveles bajos en la sangre, meras fracciones de los de Dumeus.
La mayor concentración de metal en su sangre, 45 microgramos por decilitro, se midió en junio de 2006, poco más de un mes después de que Gopher comprara la planta. En ese momento, Dumeus llevaba un respirador suministrado por la empresa que sólo le cubría la mitad inferior de la cara. Semanas más tarde, según los datos de la empresa, la cantidad de plomo en el aire superaba aproximadamente cinco veces la capacidad de protección de la máscara.
A sus 50 años, sus pulmones tenían la fuerza que los médicos esperarían ver en un hombre de 100 años.
La empresa midió por última vez el metal en su sangre en marzo de 2017. Debido a que el plomo permanece en la sangre durante un período tan corto, las pruebas generalmente muestran la exposición reciente y no lo que se ha acumulado en el cuerpo con el tiempo.
El Times determinó la cantidad de veneno alojada en los huesos de Dumeus analizando 182 análisis de plomo en sangre que se hizo a lo largo de su carrera. El cálculo estimó un rango de plomo almacenado en el hueso de la pierna, y luego multiplicó el resultado basándose en un peso estimado del esqueleto.
El análisis mostró cómo se acumulan las exposiciones. El nivel medio de plomo en la sangre de Dumeus, de 26 microgramos por decilitro, se disparó hasta un estimado de 420,000 a 840,000 microgramos de plomo en sus huesos.
Ninguna cantidad de plomo en los huesos se considera segura.
Dos médicos revisaron el análisis del Times y confirmaron los resultados. El Dr. Brian Schwartz, experto en exposición crónica al plomo de la Universidad Johns Hopkins, dijo que los niveles de Dumeus podían compararse con la ingesta de una píldora diaria durante años llena de veneno.
A mediados de la década de 1990, la neurotoxina se había apoderado significativamente de su cuerpo, según el análisis.
En el invierno de 2017, Dumeus trabajó su último turno.
Ese mes de marzo, se sometió a una operación a corazón abierto. Tras meses de difícil recuperación, su médico personal le dijo que podía volver al trabajo, pero le prohibió levantar nada más pesado que 30 libras.
En respuesta, Gopher le despidió. Dumeus quedó destrozado, según su hermana.
Gopher no respondió a las preguntas sobre Dumeus, alegando la privacidad de los empleados.
Menos de dos meses después, en diciembre de 2017, su corazón se detuvo en un servicio religioso. Permaneció sin pulso durante al menos 27 minutos. Los paramédicos le dieron dos descargas y lo revivieron.
Pero su cerebro estaba dañado. Su estado de ánimo se volvió plano, su habla limitada, sus extremidades involuntariamente espasmódicas.
Se trasladó a un centro de rehabilitación en Clearwater. Dejó de comer y sufrió convulsiones. A principios de 2019, fue llevado al hospital, donde se deterioró. Un médico declaró la muerte de Dumeus por enfermedad arterial coronaria, complicaciones de su lesión cerebral y enfermedad renal a las 7:57 de la mañana del 21 de febrero de 2019.
Había vivido 56 años. Durante 32 de ellos, trabajó en la planta.
Autorizado para trabajar
Las normas federales obligan a Gopher a realizar evaluaciones médicas periódicas a sus empleados, y la función del Dr. Bruce Bohnker es asegurarse de que los trabajadores puedan realizar su trabajo con seguridad.
Bohnker es el director médico de una clínica de Tampa que Gopher ha contratado durante los últimos siete años para controlar la salud de los empleados.
Pero cuando los trabajadores tenían dolencias que podían ser causadas o empeoradas por el plomo, Bohnker no señalaba una posible conexión ni les advertía de las consecuencias, según una revisión realizada por el Times de los expedientes médicos de una docena de trabajadores.
En 2016, Bohnker escribió a Dumeus una carta en la que describía los resultados de su examen y señalaba su historial de problemas cardíacos.
Bohnker no dijo en su evaluación que los problemas cardíacos y la hipertensión de Dumeus podrían hacerlo más vulnerable a los venenos. No anotó ningún resultado de laboratorio que indicara una disminución de la función renal. Escribió que Dumeus tenía “un largo historial de trabajo en la planta sin problemas”.
El Times obtuvo cartas que Bohnker escribió a otros seis trabajadores que tenían hipertensión, signos de posibles daños renales o ambos.
“No encuentro áreas de preocupación en este examen físico relacionadas con la exposición ocupacional con Gopher”, escribió Bohnker a Dumeus y a cada uno de los otros trabajadores.
Los trabajadores describieron sus exámenes con Bohnker como superficiales y dijeron que no recibieron explicaciones sobre sus resultados de laboratorio, incluidos los niveles de plomo en sangre.
Bohnker, citando la confidencialidad médico-paciente, se negó a responder a las preguntas que le fueron enviadas sobre cualquier empleado de Gopher. Tampoco quiso responder a preguntas sobre su papel o sobre los riesgos que suponían para los trabajadores de la fábrica.
Los médicos entrevistados por el Times dijeron que habrían dicho a los trabajadores con problemas de salud que la exposición continuada podría empeorar la situación.
Bohnker pasó más de tres décadas como médico de la Marina y se retiró en 2005. Los registros muestran que está certificado en medicina ocupacional, aeroespacial y preventiva y no tiene antecedentes disciplinarios en Florida.
Es miembro del Colegio Americano de Medicina Ocupacional y Ambiental, y en 2019, se desempeñó como presidente del distrito de Florida.
Hace más de una década, la organización nacional presionó a las empresas y a los médicos para que adoptaran normas más estrictas para retirar a los trabajadores con niveles elevados de plomo en lugar de confiar en las normas obsoletas de la OSHA. Dijeron que los trabajadores con dos pruebas de plomo en sangre de 20 microgramos por decilitro o más, o una de 30, deberían ser retirados.
Cuando los trabajadores cuyos expedientes revisó el Times tenían niveles que superaban los 20 microgramos por decilitro o incluso los 30, Bohnker no indicó en sus dictámenes médicos que su salud podía estar en peligro. En su lugar, dejó sin marcar una casilla en los formularios junto a “en el rango en el que pueden producirse efectos adversos para la salud”.
“Clínicamente insignificante”
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El ex empleado de Gopher, Eric Telemaque, de 54 años, ha sufrido varios derrames cerebrales. Ahora vive en un centro de asistencia . Foto: MARTHA ASENCIO-RHINE | CENTRO Tampa
Los médicos del trabajo, como Bohnker, tienen la facultad de recomendar el retiro de los trabajadores de la exposición al plomo, independientemente de sus niveles de plomo en sangre, si el médico considera que la exposición les pone en demasiado riesgo.
Eso no le ocurrió a Eric Telemaque.
Telemaque se había ganado una reputación en la planta como trabajador duro, conocido por dedicar largas jornadas y tiempo extra para mantener a sus hijos y a su familia.
Llegó a Florida a principios de los 90 desde la isla de La Gonâve, en Haití. Tuvo dos trabajos en Tampa, durmiendo tres horas por noche, antes de que le contrataran para desmontar baterías viejas en la fábrica.
Cuando empezó en 2006, a los 40 años, ya tenía una presión arterial alta de 148/90. La cantidad de plomo en su sistema aumentó rápidamente.
Telemaque tuvo problemas para desenvolverse en el sistema sanitario, en parte porque hablaba principalmente en creole y necesitaba un intérprete. Su historial médico muestra que había luchado por controlar su presión arterial, y que a veces pasaba largos periodos sin medicación.
Durante sus citas con Bohnker, a lo largo de tres años, las pruebas mostraron que Telemaque tenía niveles extremadamente elevados de una proteína en la orina que indicaba un posible daño renal.
En los resultados de laboratorio de Telemaque, los niveles de proteína estaban marcados con un círculo. Pero Bohnker no los mencionó en sus opiniones o cartas escritas.
En su examen físico de diciembre de 2015, tres pruebas de laboratorio distintas indicaban que los riñones de Telemaque podían estar dañados. Había trabajado en la planta durante nueve años.
Su presión arterial era de 207/136.
“Ese es el tipo de presión arterial que enviaría a alguien a la sala de emergencias”, dijo el Dr. Howard Hu, médico y experto en exposición al plomo en adultos de la Universidad del Sur de California.
Bohnker escribió en la documentación del examen que Telemaque había dejado de tomar su medicación para la presión arterial.
El nivel de plomo en sangre de Telemaque estaba por debajo de la norma de la OSHA. Pero Hu y otros dos médicos del trabajo dijeron al Times que sus problemas de salud -proteínas elevadas en la orina, hipertensión y disminución de la función renal- significaban que no debería haber estado cerca del plomo y otros venenos.
Bohnker le autorizó a trabajar.
“Como médico del trabajo”, dijo Hu, “eso está mal”.
En su dictamen médico, Bohnker calificó las pruebas de laboratorio de Telemaque como “clínicamente insignificantes”.
Pero en una carta dirigida a Telemaque, Bohnker señaló un resultado de laboratorio anormal, un producto de desecho elevado en su sangre, que podría ser un signo de problemas renales.
Escribió que la presión arterial de Telemaque le ponía en riesgo de sufrir enfermedades cardíacas, renales y derrames cerebrales.
“Le recomiendo encarecidamente que trabaje para controlar mejor su presión arterial”, escribió Bohnker a Telemaque en negrita y subrayado. “Debería tener un médico local que le haga un seguimiento, si es posible”.
Sin embargo, el médico escribió que no le preocupaba la exposición al plomo, utilizando el mismo lenguaje que puso en las cartas a Dumeus y a otros trabajadores.
Telemaque pasó siete meses más en la fábrica.
En julio de 2016, días antes de cumplir 50 años, sufrió un derrame cerebral, lo que puso fin a su último turno en el suelo de los vestuarios. Desde entonces ha tenido al menos dos infartos.
Ahora, con 54 años, su mirada está vacía. Se tambalea al intentar ponerse de pie.
El año pasado empezó a deambular fuera de su apartamento de Tampa y a perderse. Ahora vive en un centro de asistencia.
Desesperados y motivados
Muchos trabajadores de Gopher veían la cantidad de plomo en su sangre no como una medida de riesgo sino de su posición en la empresa. Esto se debe a que Gopher presionaba a los trabajadores para que mantuvieran los niveles bajos.
La empresa, según documentos internos, despedía a los empleados en periodo de prueba en sus primeros seis meses si no podían controlar sus niveles de plomo en sangre. A los empleados más veteranos se les aplicaban planes de desempeño.
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Ko Brown, un ex supervisor de hornos, dijo que el dinero lo mantuvo en Gopher.
Para llegar a ser supervisor de hornos, Ko Brown dijo que debía tener un nivel de plomo en sangre igual o inferior a 21 microgramos por decilitro. El avance en la planta era importante para Brown, que empezó en 2011 con un historial de delitos. Encontrar otro trabajo, especialmente uno bien pagado, no sería fácil.
“El dinero que ganaba me cambiaba la vida”, dijo Brown. “Estoy racionalizando todo lo relacionado con esta empresa. Sin darme cuenta de lo que me está haciendo, ni siquiera me importa lo que me está haciendo”.
Brown dijo que acudió a una clínica para recibir varias semanas de terapia de quelación intravenosa, un proceso en el que los metales pesados son eliminados del cuerpo y excretados a través de la orina. Puede ser peligroso porque el tratamiento no distingue entre los metales buenos, como el hierro, y los malos, como el plomo.
“Iba allí todos los días libres que tenía”, dijo Brown.
Consiguió su ascenso.
Había otros incentivos económicos.
La empresa ofrecía bonificaciones a los trabajadores cada pocos meses por mantener los niveles bajos, según muestran los registros internos. En 2012, por ejemplo, los trabajadores recibieron 330 dólares por tener un nivel de plomo en sangre inferior a 17 microgramos por decilitro. Recibieron 100 dólares por un nivel inferior a 23 y 50 dólares por un nivel inferior a 27.
Los expertos médicos dijeron que vincular las bonificaciones a la cantidad de veneno en la sangre de un trabajador no era ético.
Trasladaba erróneamente la responsabilidad de los niveles de exposición a los trabajadores, en lugar de a la empresa, dijo Arthur Caplan, bioeticista y fundador de la división de ética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York.
“No se puede ir por ahí culpando a los trabajadores de una mayor exposición”, dijo. “Es ridículo. Es absurdo. Es injusto”.
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Colin Brown, cuyo padre trabajó en Gopher, tenía niveles elevados de plomo en su cuerpo. Le diagnosticaron autismo a una edad temprana. También ha sufrido convulsiones y problemas estomacales. Ahora tiene 7 años y necesita sesiones de terapia ocupaci...
La limpieza de los trabajadores es vital, incluyendo el lavado de manos durante los descansos y la ducha después de los turnos para eliminar el polvo de plomo. Pero la empresa sigue siendo la principal responsable de limitar la cantidad de contaminación en la planta, dijeron higienistas industriales y médicos.
En los últimos años, la empresa asignaba bonificaciones trimestrales basadas en el promedio de plomo en sangre de los empleados, lo que a veces enfrentaba a los trabajadores entre sí.
Gopher hizo que fuera fácil saber quién ponía en riesgo las bonificaciones. La empresa publicaba los nombres de los trabajadores con altos niveles de plomo en sangre en listas dentro de las salas de descanso.
A veces se producían enfrentamientos entre los empleados cuando uno creía que su bonificación estaba en peligro porque otro estaba subiendo la media.
Gopher no respondió directamente a las preguntas sobre las bonificaciones o su cultura. Robinson, el director de operaciones, dijo que los programas para reducir la exposición al plomo han fomentado la reducción de los niveles de plomo en sangre en la fábrica.
Los trabajadores han probado todo tipo de remedios para extraer el metal de sus cuerpos. En los casos más extremos, donaron sangre o plaquetas contaminadas.
Tres empleados dijeron al Times que habían donado sangre. Una docena más dijo que la práctica era habitual.
Los trabajadores dijeron que creían que así podrían reducir la cantidad de plomo en su sangre antes de sus análisis bimensuales. Algunos dijeron que pensaban que los bancos de sangre les dirían si su donación era un problema.
Los expertos médicos dijeron que nunca habían oído hablar de esta práctica y que entendían la desesperación de los trabajadores. Pero advirtieron que donar sangre contaminada era preocupante.
Los bancos de sangre no hacen pruebas para detectar la toxicidad de los metales pesados, como lo hacen para ciertas enfermedades. Eso podría hacer que un paciente recibiera sangre con plomo durante una transfusión. Los médicos también dijeron que donar sangre contaminada no ayudaría significativamente a los trabajadores a reducir sus niveles de plomo en sangre.
Otros empleados describieron haber tomado pastillas, como el EDTA, para limpiar sus sistemas.
Las pastillas de EDTA se venden como una forma de quelación, que es uno de los únicos tratamientos médicos para la intoxicación por plomo. Muchos médicos creen que conlleva riesgos considerables, como posibles daños en los riñones, por lo que generalmente se ha reservado para quienes tienen los niveles más altos de plomo en sangre.
Las normas federales prohíben a las empresas que indiquen a sus empleados que utilicen el tratamiento de quelación como medio para eludir los límites reglamentarios.
“No aprobamos y desaconsejamos enérgicamente las prácticas inseguras destinadas a reducir los niveles de plomo en sangre”, dijo Robinson.
Otros trabajadores compartieron métodos menos extremos. Tomaban pastillas de vinagre. Se centraron en comer verduras de hoja. Probaron el cilantro, las vitaminas, las frutas, los probióticos y los zumos de ciruelas y pepinillos.
“La gente tenía todas sus formas de reducir el nivel de plomo en la sangre”, dijo Wilbert Townsend, un antiguo supervisor de hornos. “Y aprendí que la mejor manera de hacerlo era no estar en la planta”.
Llevarlo a casa
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James Pitts, un ex empleado de mantenimiento de Gopher, experimentó problemas de salud mientras trabajaba en la fábrica. Los análisis de sangre han indicado que su hijo DeVon ha tenido un nivel elevado de plomo en su cuerpo. Foto: MARTHA ASENCIO-RHIN...
El polvo de plomo salió de la fábrica con algunos trabajadores, en sus zapatos, coches o teléfonos móviles. Viajó por Tampa, Brandon y Zephyrhills hasta llegar a sus hogares, donde sus hijos lo encontraron.
El Times identificó a 16 hijos de empleados de la planta que tenían plomo en la sangre, según las entrevistas y los registros médicos. Cuando los trabajadores hablaron de los niveles de plomo en sangre con los pediatras o el departamento de salud, se les dijo que el polvo de la fábrica era probablemente la fuente del problema, dijeron los trabajadores.
El Departamento de Salud hace un seguimiento de los casos de envenenamiento por plomo en toda Florida que pueden provenir de pintura vieja, cerámica, cosméticos u otras causas. En todo el estado, desde 2010 hasta 2014, la agencia encontró aproximadamente 175 casos de trabajadores que expusieron a sus hijos, incluyendo 18 en el condado de Hillsborough, según el estudio más reciente del departamento.
Los casos vinculados a la fábrica se remontan a la década de 2000, antes de que Gopher comprara la planta. Un niño pasó los dedos por la camioneta de su padre, cubierta de polvo de plomo, y luego se llevó las manos a la boca, dijo Joe Galant, que fue brevemente gerente de seguridad bajo la anterior propiedad. Otro trabajador arrastró polvo de plomo hasta su casa en sus botas. El veneno se infiltró en la alfombra, donde su hijo se metía los dedos en la boca mientras gateaba.
Al menos 13 trabajadores han tenido hijos con niveles elevados de plomo en sangre, según el Times.
La hija pequeña de Altonio Bradshaw, que trabajaba en el departamento de hornos.
El hijo pequeño de Larry Wheeler, que trabajaba en el almacén de sacos.
El hijo en edad escolar de James Pitts, que trabajaba en mantenimiento.
El caso más reciente ocurrió el año pasado.
Robinson dijo que Gopher no tiene conocimiento de casos de envenenamiento por plomo en los hijos de sus empleados actuales.
Cualquier cantidad de plomo en un niño se considera perjudicial. Los efectos sobre la salud pueden provocar dolor de estómago, dolores de cabeza, disminución del coeficiente intelectual o retraso en el crecimiento.
Adam Risher, que trabajaba en el almacén de sacos, supo que su hija mayor, Cheyenne, tenía plomo en la sangre en 2014, cuando tenía 4 años.
En una revisión, tenía un nivel de plomo en sangre de 16.
Sus hijos menores también tenían plomo en la sangre, dijo. Ayden, que tenía 2 años, tenía un nivel de plomo en sangre de 12. Su bebé, Addison, llegó a 34.
Los funcionarios de salud del condado investigaron la fuente de exposición e identificaron el polvo de la fábrica como la causa, según los registros.
El pediatra de Addison dijo que su nivel era tan alto que debía ser monitoreado semanalmente, dijo Risher. La niña tenía más plomo en la sangre que muchos de los trabajadores de la fábrica.
“No sé qué hacer”, recuerda haberle dicho al médico.
El trabajo de Risher era polvoriento. Él y otros trabajadores recogían manualmente el polvo de plomo cada vez que el sistema automatizado fallaba.
Pensó en cómo el plomo cubría su cuerpo sudoroso en el trabajo. Tiró los zapatos que podían tener polvo pegado. Pensó en si lavar sus calcetines y calzoncillos en casa era una buena idea.
Pensó en sus hijos, en su mujer, que se quedaba en casa con ellos, y en la necesidad de hacer horas extras además de un salario por hora en un trabajo que no requería una educación universitaria. Se comprometió a asegurarse de que los niveles de plomo en la sangre de sus hijos disminuyeran.
Se cambió a un departamento con menos polvo antes de dejar Gopher hace dos años.
Muchos trabajadores creían que en el entorno polvoriento no podían librarse del todo del plomo. Les preocupaba que se les pegara al cuello o se les incrustara en el pelo.
“Si tenías un nivel de plomo en sangre”, dijo Brown, el antiguo supervisor del horno. “Te lo llevabas a casa”.
Colin, el hijo de Brown, tenía plomo en la sangre desde que era un bebé. Sus niveles rondaban constantemente los 9 microgramos por decilitro cuando cumplió 2 y 3 años. Durante ese tiempo, su padre supervisaba un turno en el departamento de hornos.
El trabajo de Brown permitió a su familia comprar una casa nueva de dos pisos en una subdivisión del condado de Pasco. Pero su orgullo se vio diluido por el miedo y la culpa. Sopesó el beneficio del trabajo frente al peligro.
De bebé, Colin se desarrolló lentamente. Se sentaba tarde y no balbuceaba, nunca decía mamá o papá. De pequeño, le diagnosticaron autismo y déficit de atención e hiperactividad.
Ahora, a los 7 años, le encanta la tecnología y diseccionar su funcionamiento. Su padre dice que Colin tiene problemas de estómago. Y en los últimos meses ha empezado a tener convulsiones. Los médicos no pueden decir con seguridad si el plomo ha sido un factor en cualquiera de los problemas de salud de Colin, pero Brown sospecha.
En 2019, Colin tenía la menor cantidad de plomo registrada en su cuerpo. Dos años después de que Brown dejara la fábrica
Cientos de trabajadores de Gopher Resource, una fábrica de fundición de plomo en Tampa han estado expuestos a niveles peligrosos de neurotoxinas. Las consecuencias han sido profundas.