Por Mario Quevedo
Especial para CENTRO Tampa
Este es un artículo que pretendo escribir sin pedir permiso a tirios o troyanos. Solo mi directora-editora tiene derecho para entrar en esto.
La advertencia se debe a que el argumento es escabroso y toca temas que yo no manejo con frecuencia. Aunque siempre he sido activo y he participado en todo tipo de actividad política, me reservo el derecho a mi opinión y más en casos en los que ambos bandos se consideren como los poseedores de la verdad total.
Quiero entrar en el doloroso y debatido tema de la inmigración. Tema que algunos consideran “ilegal” y otros como “cuestión humanitaria”.
Quiero dejar claro que no me refiero a la situación cubana, donde hemos sido testigos de casos reales de abusos, promesas no cumplidas, ilegalidades de los que han lucrado con el dolor de la familia dividida y burlas profundas a los hechos reales. No puedo simplemente obviar el hecho de que, junto a la necesidad familiar, también tenemos el abuso de los que se aprovechan para disfrutar de buenas y baratas vacaciones con jineteras en las playas cubanas. Lo real es que el sufrimiento reina y de manera prominente esa familia comparte los dolores y necesidades, pero (ya llegó), también es real el hecho de que hay muchos que se escudan en ese dolor para hacer de las suyas.
Ya cantada esta aclaración, voy al tema. La inmigración de “indocumentados” en los últimos meses. Especialmente la de niños a los que los padres dejan en el desierto solos o en mano de los “coyotes” soñando con que tengan un futuro mejor.
Podrán los sabelotodo discutir, debatir, buscar datos para defender su posición culpando al actual gobierno estadounidense o al anterior o el de sus propias naciones. El resultado, sea culpa de quien sea, es que se ve dolor de familias que se separan de sus hijos soñando que estos tengan un futuro mejor que el presente doloroso.
Andar por esos caminos debe ser terrible. Miedo, hambre e incertidumbre. Para un hombre hecho y derecho debe ser una jornada aterradora, pero para un niño que no tiene más que una nota con un número de teléfono escrito, o a lo mejor simplemente tatuado en la piel debe ser un proceso espantoso.
¿Y qué decir de padres y madres dispuestos a sacrificarlos de esa forma con la esperanza de que puedan alcanzar una vida semi-decente?
Si, hemos sido testigos de hambre, necesidad, abusos en esos países. Situaciones que llevan al desespero y disponen a una familia ofrecer a sus hijos la oportunidad de levantar su cabeza y alcanzar no solo los alimentos necesarios para ser hombre y mujeres de bien, sino un presente y un futuro mejor a la maldición en que muchos de ellos se ven obligados a vivir.
Yo siempre he mantenido que, si nuestro gobierno en realidad quisiera buscar una solución de alternativa, no sería con abusos a inocentes.
El costo real de esa pudiera, a lo mejor, ser empleado en fomentar en esos países fuentes de trabajo, que mantuvieran allí a los dolidos. ¿Qué puede ser una inversión grande?, pues es grande ser testigos de la tragedia y simplemente esconderse de la realidad.
Ya sé que saldrán los sabelotodo a resaltar la falta de organización, honestidad o simples estructuras que puedan cumplir esa misión. Yo sí sé que hemos tenido en otras ocasiones momentos en los que se ha tratado. Desde la Alianza para el Progreso a los últimos programas de ayuda.
¿Que no han dado resultado? Bueno y ¿entonces qué? Ser simples testigos de una situación brutal y no ofrecer alternativa es ser cómplice.
La realidad es dolorosa, sea culpa de quien sea. Ahora bien, yo como que no puedo esconder la cabeza y pretender que eso no me afecta. Yo no soy uno de los tres monitos que ni ven, ni escuchan ni hablan.
Nuestra nación tiene la fortaleza moral, administrativa y económica para lograr que esos mal llamados “gobiernos” que permiten que se llegue a situaciones miserables, tengan que responder o buscar soluciones.
Para mí lo inaceptable es el ser testigo de la infamia y el dolor que ocurre en esos campamentos. No es cuestión de simplemente criticar la administración actual, o conjeturar que todo esto se coció en los últimos años. Yo no estoy dispuesto a ser testigo callado de lo que percibo simplemente como algo criminal.
Si no tenemos la actitud de que podemos controlar esa situación, entonces tenemos un problema mayor. Como ya dije, no es cuestión de simplemente cargar culpa a tal o cual político. Siempre hemos sido faro de esperanza en este tumultuoso mundo en que vivimos. Esta es una crisis que duele en lo más profundo del corazón. No podemos pasar la falsedad a tal o cual situación. Tenemos que continuar siendo el ejemplo del mundo civilizado.
Quevedo es periodista cubano. Para escribirle: marioquevedo1@aol.com