CENTRO Tampa
TAMPA - Daniel Llorente lleva tatuadas las banderas de Cuba y Estados Unidos en el dorso de sus manos.
“Son mis dos grandes inspiraciones”, dijo Llorente. “Las tengo porque quiero que haya unidad entre estos dos países”.
Hace tres semanas, Llorente, de 57 años, y su hijo Eliezer, de 21, llegaron a Estados Unidos en busca de asilo político tras un largo y peligroso viaje que comenzó hace dos meses en Guyana y continuó por Centroamérica y México.
Se han instalado de momento en Tampa porque tienen un familiar que vive en Town N’ Country.
“Estamos muy contentos de estar aquí, en la tierra de la libertad”, dijo Llorente. “Pero si las autoridades cubanas no me hubieran sacado de la isla, todavía estaría allí, con mi gente”.
Llorente fue encerrado durante un año en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, conocido como Mazorra, y posteriormente se exilió a Guyana. La razón: acaparó la atención mundial el 1 de mayo de 2017, cuando irrumpió inesperadamente en la Plaza de la Revolución de La Habana durante una celebración oficial y corrió por la plaza durante 12 segundos agitando una bandera estadounidense y gritando “Libertad para el pueblo cubano”.
Los agentes de la seguridad del estado cubano lo detuvieron a base de golpes y patadas, todo ello fue grabado por los medios internacionales. No dejando duda las brutalidades de las autoridades en Cuba cuando la oposición trata de denunciar la falta de libertad. La detención se produjo no muy lejos de la tribuna que ocupaban el entonces gobernante Raúl Castro y otros líderes de la revolución comunista.
Llorente pronto fue conocido como “el hombre de la bandera”.
“Pensé que tenía que hacer algo grande. Y la Plaza de la Revolución era el lugar adecuado”, dijo Llorente.
En Mazorra, dijo, vivió junto a asesinos y otros criminales.
“Las condiciones eran muy difíciles. No podías dormir en paz”.

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Eliézer Llorente, a la derecha, se le prohibió trabajar en Cuba o salir de La Habana por las acciones de su padre disidente, Daniel Llorente, a la izquierda. Ambos hombres han llegado a Tampa.
Aun así, Llorente dijo que pintó lemas de libertad en las paredes y repartió volantes criticando a Castro. Su resistencia lo llevó al aislamiento una y otra vez. Recibió amenazas.
“Querían utilizar electroshock para calmarme, pero les dije que si me hacían daño se enteraría todo el mundo. No me tocaron, fue una especie de milagro”, contó Llorente a CENTRO Tampa.
Llorente es un verdadero patriota cubano, dijo José Batista, portavoz del grupo anticomunista la Casa Cuba de Tampa.
“Tuvo la valentía de enfrentarse al régimen castrista en Cuba usando una bandera estadounidense, con libertad, amor y corazón”, dijo Batista. “No pudieron vencerlo y quisieron volverlo loco. Es un hombre que lucha incansablemente por la libertad”.
Los comentarios de Batista fueron secundados por el disidente cubano Orlando Gutiérrez, portavoz de la Asamblea de la Resistencia Cubana en Miami.
“Tiene profundos valores religiosos y patrióticos”, dijo Gutiérrez. “Es honesto en lo que dice y pienso que habla en nombre del pueblo”.
El gobierno cubano compró el boleto de avión de ida que llevó a Llorente a Guyana el 16 de mayo de 2019. Le dieron 100 pesos cubanos, unos 4 dólares, y sólo llevaba una Biblia y un ejemplar de la Constitución de Estados Unidos. La Constitución fue un regalo de su compañero de prisión y reconocido activista Óscar Elías Biscet, médico y defensor de la democracia y los derechos humanos en Cuba.
En el aeropuerto de La Habana, minutos antes de que Llorente embarcara en su vuelo, un agente de la policía política cubana le dijo que era “un hombre afortunado” por seguir vivo, dijo Llorente.
“Hasta el último momento me acosaron y maltrataron. Ese policía me dijo que normalmente hacen desaparecer a gente como yo”, agregó el disidente.
En Guyana, Llorente vivió dos años con la ayuda de simpatizantes mientras trabajaba en la construcción. Con la venta de la casa de la familia en La Habana, su ex mujer, Yudiza Pérez, consiguió que su hijo Eliezer saliera de Cuba. Se le había prohibido trabajar y salir de La Habana. Llegó a Guyana en diciembre de 2020.
“Estaba constantemente vigilado”, dijo Llorente. “Eso no era vida”.
El encierro reforzó el compromiso de Llorente con la democracia y los derechos humanos, afirmó.
Pero el desencanto de Llorente comenzó cuando era joven y se intensificó cuando regresó a Cuba en 1987 después de vivir cuatro años en la antigua Alemania Oriental comunista, donde estudió mecánica de automóviles.
“No me gustaba lo que veía en mi país y utilizaba mi voz para denunciar la injusticia”, dijo.
A principios de 2000, las autoridades cubanas detuvieron a Llorente por su oposición al gobierno y cumplió nueve años en la prisión del Combinado del Este, según recordó.
“No dejé de protestar”, dijo, sosteniendo una Biblia que lleva “dondequiera que vaya”.
“No soy religioso pero soy creyente. Tengo una relación personal y espiritual con Dios y creo que va a reconducir al pueblo cubano por el camino de la fe.”
Llorente ve la fe en Dios como el inicio de una transición democrática para su patria.
“Por eso nunca formé parte de un grupo específico de la oposición en Cuba”, dijo.

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Daniel Llorente fue privado de su libertad por haber corrido ondeando la bandera estadounidense en un acto del partido comunista, en la Plaza de la Revolución, en 2018.
La llegada de Llorente se produce en un momento de sublevación en Cuba, donde la gente está agotada por la falta de libertad, el aumento de los precios, la escasez de alimentos, medicinas y electricidad, y por una explosión en el número de casos de coronavirus. Además, las restricciones de la era Trump han reforzado el peaje económico en Cuba de un embargo comercial y de viajes a Estados Unidos que se ha extendido durante seis décadas.
Llorente asistió a una manifestación por la libertad de Cuba el lunes pasado en Washington, D.C., que fue organizada por Alian Collazo, de 26 años, cubano residente de St Petersburg. Los manifestantes en Miami y Tampa han mostrado su solidaridad con la campaña, a menudo marchando bajo el lema “SOS Cuba”.
Llorente y su hijo podrían calificar como refugiados políticos en Estados Unidos debido al peligro que enfrentarían si regresan a la isla. Sus solicitudes fueron recibidas la semana pasada por el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos. Ahora, están a la espera de saber si pueden obtener permisos de trabajo o de conducir mientras su caso está pendiente en el tribunal de inmigración.
Llorente había ondeado la bandera de Estados Unidos en oposición al gobierno cubano varias veces antes de que sus acciones en la Plaza de la Revolución lo hicieran famoso.
La primera vez fue en 2015 durante la reapertura de la embajada de Estados Unidos en La Habana. Volvió a hacerlo cuando el presidente Barack Obama tomó medidas para normalizar las relaciones con Cuba y visitó la isla en marzo de 2016. A continuación, protestó cuando el crucero Adonia llegó a La Habana en mayo de 2016 y un mes después cuando se reanudaron los vuelos comerciales entre Estados Unidos y Cuba.
Llorente fue encarcelado temporalmente después de cada protesta. Pero en cada ocasión, la policía le devolvió la bandera estadounidense.
“No entendía por qué”, dijo Llorente.
Esa suerte terminó cuando le quitaron la bandera después de la protesta de 2017, agregó.”Pero no importa. Tengo esa bandera ( la estadounidense) tatuada en mi mano”.