Por Jose Patiño
Especial para CENTRO Tampa
Nota: El autor de este texto no pudo despedirse en persona de su padre debido a las restricciones de viaje que se impusieron debido a la pandemia. Desde el 23 de marzo se prohibieron viajes Internacionales.
TAMPA- Después de vivir 90 años mi padre, Israel Patiño, falleció la madrugada del domingo por causa del COVID-19. Una vida llena de aventuras que ha llegado a su final. Nació el 2 de febrero del 1930 — el día de la Candelaria — en Bayamo, Cuba, adonde vivió vida de “cowboy” con su caballo Águila. Conoció a mi madre, tuvieron a mi hermano, Tony Patiño, vinieron a Estados Unidos en mayo de 1968 dejando familia, memorias y experiencias en Cuba, su isla natal a la que nunca regresó.
En Estados Unidos mis padres se organizaron en Fort Lauderdale, Florida. Trabajó, luchó y se destacó para salir adelante. La familia lo llamaba “Patiño Overtime” por las horas que se dedicaba al trabajo. Para dejar claro, él no fue oficinista, abogado, contador o hombre de letras. Mi padre fue obrero y aquí en Florida trabajó las factorías (una fue el National Enquirer en Lantana, Florida), donde un hombre que salió de su país, sin hablar inglés, podía buscar la oportunidad para salir adelante.
Recuerdo que mi padre llevaba a mi hermano y a mí al parque para practicar béisbol con él, nos llevó a la playa y nos enseñó a nadar en el mar; también nos enseñó a montar bicicleta y hasta él mismo tomó un vídeo en los ochentas de nosotros en actividades y programas escolares.
Mi padre nos presentó la gran música latina, como la del argentino Carlos Gardel, el cubano Benny Moré, y la mexicana Toña La Negra. En la familia, como guajiro y hombre de campo, se destacó preparando el puerco asado de noche buena, una labor natural para él cómo si hubiera nacido con esa habilidad.

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Padre e hijo, Israel y José Patiño.
Con los triunfos también hay sus derrotas. Y él, como todos, no fue perfecto. Mis padres se divorciaron. Yo era ya adulto, pero nosotros siempre nos mantuvimos en conexión. Yo lo visitaba cuando hacía mis viajes a Fort Lauderdale desde Tampa. Él ‘tuvo sus vueltas’ después que mis padres se divorciaron. Pero una de sus habilidades fue encontrar nueva vida o posibilidades cuando la vida lo ponía contra la pared.
Con el tiempo mi padre tuvo la suerte de conocer a Hercelia Hernández, una señora colombiana con buen espíritu y corazón. Se enamoraron. Ella se mudó a Estados Unidos y se casaron. Me sentí contento por él. Conoció a una gran persona y pudo encontrar amor de nuevo, aún a la tercera edad.
El año pasado se mudaron a Calí, Colombia, para estar con la familia de Hercelia. Estaban contentos hasta el momento en que se enfermó. Agradezco a Hercelia por estar con mi padre hasta el final. Un ejemplo de su fidelidad, compasión y gran corazón.
Lo que puedo decir de mi padre es que me siento feliz y orgulloso de haberlo conocido, como hombre y como hijo. Siempre lo recordaré y estoy orgulloso de llamarlo mi padre. Que Dios lo tenga en la gloria. Su hijo, José Ángel Patiño Tampa, Florida 2 de agosto 2020
P.D. Un abrazo a mi hermano Tony Patiño que también está viviendo este dolor. Y un abrazo profundo para Hercilia Hernández.
* En Colombia han fallecido 10,650 personas a la fecha. Aun no se levantan las restricciones de viaje internacional.
José Patiño es periodista y actualmente trabaja en Comunicaciones y Servicio de medios digitales en el condado de Hillsborough.